(1975)
CÉSAR RENGIFO
A Caracas, mi ciudad, a sus
niños;
al niño que fui y que tanto la
quiso.
Al recuerdo hermoso y puro
de
José del Carmen Toledo
“Sucedió
en esta ocasión un caso, digno por cierto de que gravándose en mármoles,
se
eternizase su memoria en los archivos del tiempo”
José de
Oviedo y Baños
Toda la
obra se presentará como si se tratara de un ensayo. Trajes y escenografía
convencionales, los actores que hacen de indígenas pueden llevar algún
instrumento, objeto o atavío que los identifique, sin que necesariamente vistan
de indígenas. Igualmente se presentarán aquellos actores que encarnan a los
europeos conquistadores. Luces, sonidos y música se indican en el texto.
AL ESTE
DEL VALLE DONDE AHORA SE LEVANTA CARACAS, EL AÑO 1569
PERSONAJES:
APACUANA Piache de la tribu Mariche 40 años
URIPATA Viejo Guerrero Edad indefinida
ITZCHEBA Muchacha combatiente 18 años
CUARICURIÁN Hijo de Apacuana 20 años
GUERRERO I
GUERRERO II
GUERRERO III
ITARAMAY El visteador
CHICURAMAY Cacique de los Mariches 50 años
ALFONSO GALEAS Capitán español
FERNÁNDEZ DE ANTEQUERA Otro capitán
CURA ALONSO
SOLDADO
VOCES
PRÓLOGO
GUERRERO I: Mostraremos ahora para ustedes
episodio de tiempo muy remoto,
que ocurrió en esta tierra cuando en ella
recio Conquistador plantó su bota
y el Caribe tornó su rostro duro
y apuró una saliva de amargura
y empuñó la macana de la guerra.
El fuego en su morada fue más rojo
y en su caliente cuerpo las arcillas
fraguaron con el odio sus volcanes…
!Era una lucha nueva lo sabía
y hacia ella marchó su paso grave!
GUERREO II: Trajeados para ensayos
actuaremos.
GUERRERO III: No habrá escenografía ni
estructuras.
GUERRERO I: Ni artificios de trastos y
madera.
Ni vestuario ni gran utilería.
Sólo la fantasía tendrá vuelo,
y la imaginación campo y altura.
APACUANA: Yo encarnaré el papel de Piache
altiva;
Apacuana llamada por los suyos.
GUERRERO I: Mujer con decidido atrevimiento
GUERRERO II: Y recia en su pasión y su
estatura
CHICURAMAY: Seré Chicuramay, el macilento,
en cuyo cuerpo se conjuga el drama.
GALEAS: Y yo Galeas, capitán de Campo,
que piensa como piensa un castellano
de duros huesos y solar lejano.
CUARICURIÁN: Seré Cuaricurián el apacible
artista que soñaba asir luceros,
el que teje poemas con plumajes
y le gusta cantar por los senderos.
DONCELLA: Yo soy su enamorada…
(muestra a los otros indios).
Ellos, guerreros.
Más no podemos presentarnos todos
iniciar es mejor la acción en vivo.
GUERRERO I: (A todos) Ocupen sus lugares
GUERRERO II: ¡Comencemos!
(Salen unos y otros, colócanse en sus
sitios).
(Cambio de Iluminación).
(Suena una Flauta de carrizo, dulce,
triste).
GUERRERO III: ¡Estamos en el rancho de
Apacuana,
oculto por los montes del Mariche,
donde nuestra Nación se ha recogido
luego de las derrotas padecidas,
y muertos fueron los caciques bravos
y el Valle de Catuche fuera hollado
en manos invasoras y enemigas.
(Muestra a quienes preparan flechas y macanas)
Preparan ellos flechas y macanas,
y todo se promueve hacia la guerra,
pues pende la existencia del Caribe…
GUERRERO I: ¡De ganar o perderla!
GUERRERO III: ¡Ese es el drama!
GUERRERO II: Que las guaruras suenen y el
fotuto;
y nazca el teatro, como flor de magia!
(Óyese sonar muchas guaruras, los carrizos
y fotutos. Muy lejos ladran
unos perros y suena un clarín. Hay cambio
de luces y los actores inician
su trabajo. En escena se han quedado
Apacuana, la Doncella
y los tres
Guerreros. Se ocupan de organizar y
disponer las armas; flechas, mazos,
macanas, lanzas rústicas. Entra Uripata,
agitado).
APACUANA: Uripata, qué ocurre, que ligero e
inquieto, perturbado aquí te allegas
URIPATA: (Habla a todos)
Nuestro cacique, jefe de la guerra,
el que sabe de rutas y senderos
y dirige la flecha donde quiere,
herido está por mal que lo doblega
y ni andar puede, y ni mirar siquiera.
Sus brazos como ramas han caído
y su palabra yace adormecida
entre labios por fiebres macilentos
APACUANA: ¿Qué dice el Piache de los humos
sabios
y mágicas palabras misteriosas?
URIPATA: Lo ensalma con tabacos y pociones
y suena junto al humo la maraca!
Para que de su cuerpo huyan los males
y vuelva la salud hasta sus venas!
APACUANA: Hay que esconderlo ya, guardar su
vida;
es el único Jefe que nos queda
con la sabiduría de la guerra!.
Que nadie por la tribu diga nada.
Debemos ocultar al enemigo
que el cacique está mal o se nos muere!
GUERRERO III: Y que siga creyendo que él
comanda
el torrente mortal de los flecheros!
GUERRERO I: Pero sin él, ¿acaso venceremos?
GUERRERO II: ¿Quién nos conducirá por los
combates
con voz alerta y rapidez de trueno?
GUERRERO III: Carecemos de Jefes con su
arrojo;
que sepan bien guerrear sobre los campos
y ordenar con sus voces el avance!
DONCELLA: Si no hay quien nos dirija
perderemos
nuestra lucha que tanto ya nos cuesta;
y estas tierras serán del hombre extraño
cuyas plantas oscuras le envilecen!
APACUANA: Mariches, apretad ánimo y
dientes!
No debe este suceso derrotarnos…
ni derrumbar nuestro ánimo agresivo…
GUERRERO I: Pero escucha Apacuana ¿Te das
cuenta?
Carecemos ahora del valiente
que ha estado conduciendo la contienda!
APACUANA: Si el Consejo de Ancianos lo
dispone
y nadie puede comandar la guerra…
que impuso el extranjero a nuestro pueblo,
lo haré yo…
URIPATA: ¡Sí!
GUERRERO III: ¡Te sobra valentía!
DONCELLA: ¡Y tienes energía de doncella!
URIPATA: El Consejo de Ancianos ha tratado
eso que nos ofreces, Apacuana!,
y a una sola voz ha decidido
que dirijas la tribu y su pelea
y libres nuestro suelo de hombre extraño.
APACUANA: (A Uripata)
Ve entonces a decirle que yo acepto
mandar en esta hora a nuestra gente
y que habré de guerrear hasta el momento
que salga el invasor de nuestra tierra!
(A los otros)
Cuando sean las flechas distribuidas
y brazos y macanas estén prestos
bajaremos al valle sin la luna
y escuchará de nuevo el enemigo
el grito belicoso del Caribe!
Y Sabrá de su puño y su bravura
y de la muerte que su brazo envía.
(Suena una guarura. El Guerrero I indaga
qué ocurre)
GUERRERO I: Apacuana, ya llega Itaramay
al que mandamos vigilar de cerca
al intruso que todo nos destruye
APACUANA: Sabremos de sus armas y sus
planes.
De lo que piensa, dice y ejecuta,
ese dueño de truenos y metales.
GUERRERO I: Podremos ordenar así el ataque
y en un combate fiero exterminarlo
junto con su peonada y sus bestias!
DONCELLA: Libraremos la tierra de sus
pasos,
de su codicia siempre desatada,
de sus terribles fuegos y del odio
que a la caribe gente le dispara
el duro pedernal de su mirada!
GUERRERO III: ¡ Y así ha de suceder
doncella Itzcheba
si en su duro pelear nos empeñamos!
(Llega Itaramay)
ITARAMAY: Vengo de escudriñar todas las
rutas.
El enemigo cubre los caminos,
los ríos, las vertientes, las alturas.
Habita nuestras casas, se alimenta
con lo que hemos sembrado hace tres lunas
APACUANA: ¿Han crecido sus fuerzas?
ITARAMAY: ¿Han crecido…
Pero más ha crecido su arrogancia
y esa voluntad de someternos
a los yugos que tiene preparados!
Señor es de los valles y los ríos;
y extender sus dominios hace alarde
con voces de gozoso desafío!
APACUANA: Sí, allá está soberbio y
orgulloso;
defendido por petos y aceros;
lastimando los valles con sus fuegos,
sus espadas, sus bestias y sus perros!
GUERREROS: (A coro)
Para que no olvidemos esa afrenta,
y revuélvase el odio en nuestra sangre
con todas sus espinas y candelas,
el viento nos acerca en todo instante
hasta este monte de empinada altura,
el grito de sus trompas y clarines,
relinchos rudos de sus potros fieros,
el aullido tenaz de sus mastines.
Y sus voces que mandan y castigan
en una lengua dura y atrevida!
APACUANA: Pero en estas montañas los
Mariches
como gente Caribe y animosa,
habremos de curarnos las derrotas,
sanar de la vergüenza y de la rabia,
retomar nuestras flechas y macanas
y con ellas luchar por la victoria!
URIPATA: Y el invasor saldrá de todo el
valle;
y hasta el aire de nuevo andará libre
sobre los cielos y por las montañas,
y a los arroyos volverá la imagen
de la risa que huyo de nuestro pueblo!
GUERREROS: (A coro)
Así lo afirmaremos.
Lo afirmamos!
Con la sangre que resta y con los huesos!
Con la sombra!
La muerte!
La venganza!
Y el violento celaje de las flechas!
(Oscuro sobre la escena. Se ilumina al
fondo el capitán Galeas, Fernández de Antequera y el Cura Alonso).
ANTEQUERA: Es menester la paz con los
Mariches,
todos desconcertados y dispersos
desde que Guaicaipuro fuera muerto
y a sus altas montañas retirados!
CURA ALONSO: Sólo mediante su ánimo rendido
podremos dominar esta comarca
y fabricar a orillas de sus ríos
villas y población de cantería.
Y darle a nuestro Rey nuevos vasallos
que eleven mucho más su poderío.
ANTEQUERA: Es menester que el indio nos
trabaje
las negras minas de riqueza cierta,
y que labre la tierra día a día
para proporcionarnos el sustento.
Sobre los naturales ya vencidos
y atados a cumplir su vasallaje
será como podremos en las Indias,
forjar nuestra riqueza y señorío!
(Redobla un tambor)
GALEAS: Órdenes den que se pregone presto
un bando de pacífica lectura
y cajas y atabales lo divulguen
entre la indiada que nos ha peleado
con tanta saña y sin temor alguno!
(Oscuro. Óyensecornetas y tambores y una
voz que grita):
El bando escuchen naturales todos!.
Que nuestro Rey ordena se pregone!
(Redoble)
A los bárbaros todos les decimos:
Si sumisos se entregan y vencidos,
podremos terminar la justa guerra
y daros protección y sana vida
con la cruz y la espada de Castilla!
(Redoble. Suena clarín. Oscuro. Luz sobre
Apacuana y los indígenas)
ITARAMAY: Tan fuerte ya se cree el enemigo,
que la paz nos ofrece si cedemos
la heredad de esta tierra a su codicia
y de libres que somos nos
volvemos servidores y esclavos para ellos…
GUERRERO I: ¿Eso quieren? Con una carcajada
responde la garganta del caribe.
(Todos ríen)
GUERRERO II: Y luego ya sabrá de las
macanas;
y de que no ha ganado la victoria.
Pues aunque pasen lunas y otras lunas,
y los bosques renueven su grandeza
y huesos más huesos con el polvo
de todas las arcillas se confundan…
La lucha ha de seguir…
GUERRERO III: Sin que cejemos
ni demos por rendidos nuestros brazos,
ni enterremos en sombras la esperanza,
ni ceda la pasión que nos levanta!
APACUANA: !Un momento, Mariches! No se
puede
dejar de meditar esa propuesta…
aunque venga de voces enemigas
GUERRERO I: Tales ofrecimientos nos
humillan!
APACUANA: Pensemos con astucia únicamente…
GUERRERO III: ¿Qué nos quiere decir tu
entendimiento?
APACUANA: Quizás esa propuesta nos permita
que alcancemos mejor su aplastamiento.
ITARAMAY: ¿Qué insinúas?
GUERRERO I: ¿Qué paso nos propones?
APACUANA: ¡Debemos aceptarles esa oferta!
URIPATA: ¿Rendirnos?
APACUANA: ¡Si! Para después vencerlos
GUERRERO I: No te comprendo
APACUANA: Pronto lo entenderás
URIPATA: Que fluya entonces tu palabra
clara
y toque su verdad mi pensamiento
APACUANA: Nos rendiremos, sí, en
apariencia…
diremos al extraño que aceptamos
sus tratados de paz y vasallaje
y muchos de nosotros partiremos
a donde se levanta el campamento
y guardan sus mosquetes y bagajes.
Allí nos mostraremos apacibles;
esclavos casi de su atrevimiento.
Y el extraño creerá que ya ha ganado
con nuestra libertad su injusta guerra!
ITARAMAY: Lo habrá hecho Apacuana, yo lo
veo!
APACUANA: Con sólo su creencia la habrá
hecho!
URIPATA: ¡Tú idea no concibo; habla bien
claro
para que te interpreten mis oídos!
GUERRERO II: Si es ese algún ardid, ¿En qué
consiste?
GUERRERO I: Explícalo y veremos si se
aprueba
APACUANA: Dentro ya de sus tiendas y
trincheras
observarán los nuestros fijamente
aquello con que cuentan los intrusos:
sus perros, sus caballos, su armamento,
sus soldados dispuestos, sus aperos.
Cuando todo esté visto y precisado
en noche ya escogida con certeza,
y sin que nada falle ni se altere;
esconderán los frenos y espuelas,
cinchas y sillas a sus potros rudos!.
Ocultarán las armas y los hierros
y todo cuanto hiera y se dispare;
a los perros darán ponzoña mala
y al agua arrojarán los alimentos:
la arepa, los tasajos, el cazabe
y todo cuanto dé mantenimiento
ITARAMAY: ¿Y eso puede hacerse?
APACUANA: Sí se puede… si el trabajo es
sutil y muy discreto
URIPATA: Ya todo ejecutado, ¿qué medidas
tomarán quienes sigan por los montes?
APACUANA: Sin gritos, ni guaruras,
quedamente
rodearemos sus campos y trincheras
y cuando los hermanos den aviso
de no tener poder, al enemigo
con ánimo violento asaltaremos
por sobre sus bastiones y trincheras!
Y el alba encontrará que los Mariches
al osado invasor habrán rendido!
Y todas las guaruras por el valle,
sobre los riscos y las altas cimas
resonarán con sones turbulentos,
para gritar que la Nación Caribe
libre de nuevo está sobre sus tierras!
URIPATA: Hagamos lo que dices sin
tardanzas…
para que pronto se convierta en hecho
lo que ahora nos das en esperanzas!
ITARAMAY: Hay que escoger los mozos más
prudentes…
con mente fría y corazón caliente!
URIPATA: Los que suelen mirar con vista
baja
y en observar muy bien son diligentes.
APACUANA: Y que no teman parecer cobardes
y comprendan el plan exactamente!
URIPATA: Pediré convoquemos a Consejo
y que tu plan sin dilación se apruebe!
(Oscuro. Guarura. Luz sobre Galeas.
Antequera y el Cura Alonso, limpian sus armas. Lejos se oye débilmente toque de
tambor y corneta)
GALEAS: Muchos bárbaros muestran su
contento
por el pregón de paz que hemos lanzado,
y a nuestros reales llegan sin enojos
puesta ya su razón a someterse
y trayéndonos panes y tasajos!
ANTEQUERA: Más, alerta hay que estar en
todo tiempo
y con las armas listas y cuidadas,
cerca de los alzados parapetos,
pues esta gente bárbara bien puede
tendernos a traición una celada!
GALEAS: Pienso que de guerrear están
cansados,
y muchas hambres y privanzas tienen,
a más de carecer de Jefes bravos.
Por eso cabizbajos ya se entregan
pues toda su pujanza se ha quebrado!
ANTEQUERA: Le pediré a Lozada sin embargo,
que dicte para todos el mandato
de tener a esa gente vigilada.
CURA ALONSO: Eres un capitán muy precavido…
GALEAS: Pero ya están vencidos, os lo digo!
(Clarín. Oscuro. Luz en el rancho de
Apacuana. Se encuentran ella y el Guerrero I)
GUERRERO I: Además de ese plan. ¿Qué te
propones?
APACUANA: Lo que una vez ya hizo
Guaicaipuro
debe intentarse ahora nuevamente…
Unir como en un mazo nuestras tribus.
Extender por doquiera las hogueras
y golpear con la muerte a quien nos hiere…
URIPATA: Hacer que hasta la tierra se
levante…
GUERRERO I: Y se levante el barro y la
madera
URIPATA: Y el agua y su tormenta
enfurecida!
GUERRERO I: Y el humo que sofoca y enceguece!
URIPATA: Y la candente brasa y su crujido!
GUERRERO I: Y el nervio de la luz hecho
centella y el huracán de azul enfurecido!
APACUANA: Que todo se desgaje desde un
trueno,
y queme al invasor con su estallido!
(Lejos se oye un canto vigoroso y profundo.
Todos le prestan atención. Llegan la Doncella y el Guerrero II)
URIPATA: (A la Doncella )
¿Qué sucesos provocan tales cantos?
¿Es qué vuelve la risa a nuestra tribu?
DONCELLA: Los jóvenes guerreros han venido
para escuchar palabras y cumplir
esta noche tu bélico mandato!
GUERRERO II: Sagaces por los bosques irán
todos
a esperar las señales convenidas.
DONCELLA: Y cuando el ave suelte su
chillido
ellos asaltarán el campamento
con grave decisión…
y sin un ruido
APACUANA: ¿Y mi Cuaricurián? ¿Llegó a la
cita?
(La Doncella a Guerrero II cambian miradas)
¿Con los mozos que ahora se disponen
a jugarse la vida en la jornada,
mi hijo cierra filas bien armado?
GUERRERO II: No se encuentra con ellos
Apacuana!
Compartir riesgos no ha querido…
DONCELLA: Al parecer…
pues nadie lo ha encontrado.
APACUANA: Avergonzada me hallo de saberlo,
reacio a acudir si se convoca…
y me duele saber su cobardía;
y el tibio celo por hallarse activo
entre quienes los riesgos desafían!
DONCELLA: No es Cuaricurián ningún cobarde;
ni mozo que al peligro se le niegue…
APACUANA: Su conducta señala que lo es.
En este amargo instante lo comprendo!
Y es tu corazón quien lo defiende,
porque tu corazón lo ve distinto.
DONCELLA: Sé que tiene valor!
GUERRERO II: Para hacer cuentas…
URIPATA: Idolillos, penachos y collares
y recoger plumaje de colores…
GUERRERO II: Y adornarnos los rostros con
tatuajes!
DONCELLA: Sepan: Cuaricurián es un artista
que juega con el barro y los colores…
y los guijarros y los caracoles…
y sólo quiere que gocemos todos
lo que sus manos dulces nos construyen ..
Y su imaginación sueña primero!
Eso es Cuaricurián y no lo oculta…
GUERRERO II: Mas sin arrojo ni coraje
alguno
para salirle al frente a un enemigo
con el odio veloz de las macanas
y agredirlo con puños y con dientes
y reírle a la muerte en la sabana!
URIPATA: Quizás cobarde es, aunque se dude!
APACUANA: De ser eso verdad y se compruebe…
No lo nombren jamás en mi presencia
ni recuerden que estuvo en nuestra tribu.
DONCELLA: ¿Por qué clamas así, madre
Apacuana?
APACUANA: Si es un cobarde ruin ¿Tiene
defensa?
Hasta olvidar su nombre quiero ahora.
No puede ser mi hijo quien se oculta
cuando la libertad pide la vida…
Y la gente Caribe, toda rabia,
a vencer o morir ahora se apresta!
(Entra Cuaricurián desenvuelto, pero grave)
DONCELLA: !Cuaricurián! !Te aguardan los
guerreros!
CUARICURIAN: (A Apacuana)
Oí lo que decías y me aflige
que tal trato me dé tu sentimiento!
APACUANA: Merece mucho más tu vil conducta,
incomprensible a mí, por vergonzosa!
CUARICURIÁN: (Sereno)
Ya sabes que no pude ser guerrero
de gesto duro y con palabra alzada.
Soy torpe para el arco y la carrera,
y nada sé de golpes avanzadas!.
Cuando intenté pelear, hace ya tiempo,
los jóvenes ardientes se burlaron
de verme asir el arco torpemente
y equivocar la flecha que lanzaba
sin impulso fino ni sagaz mirada!
Y alguno reclamó que peligraban
por mi incapacidad sus movimientos,
y hábil el enemigo aprovechaba
la nula terquedad de mis esfuerzos!
APACUANA: No es ésa una razón a que rehúses
comprometer tu esfuerzo con la contienda
ni para que te escondas afligido
ante el riesgo que ahora nos acecha.
CUARICURIAN: Bien sé que no le temo, más no
puedo
volver a soportar amarga burla,
ni sarcasmos, ni risa, ni consejo…
Por eso, óyelo bien, no bajaré
al valle con el grupo de guerreros!
APACUANA: Debes irte de aquí…
URIPATA: Muy lejos, vete!
GUERRERO I: No cabe entre nosotros el menguado,
el vacilante, ruin y temeroso!
DONCELLA: Si parte iré con él, me necesita…
APACUANA: (A la Doncella )
Quieta debes estar y no turbarte
y hacer que el corazón se te repose.
URIPATA: (A la Doncella )
Tienes tu puesto aquí, donde se lucha,
con penas y pesares y aflicciones!
APACUANA: Y antes de acompañarlo tu
debieras
condenarle su ánimo medroso!
DONCELLA: Razones tienen en hablarme recio!
Sólo puedo decirle que me quedo
como una combatiente entre los míos…
Y que lo guardo aquí para andar juntos
y juntos combatir con alto brío!
APACUANA: (A Cuaricurián)
Retírate, y escupo!
Es mi castigo!
Para quien desde ya nada me obliga
(A todos):
Y quiero que lo sepan; Apacuana
nunca ha tenido un hijo: !Lo reniego!
Jamás mi cuerpo recogió semilla,
ni mi carne se abrió para dar frutos;
ni en mi seno mamó niño ninguno!
CUARICURIÁN: Grave dolor me das y he de
llevarlo
como quien lleva sobre ardiente herida
punzante dardo de sutil veneno.
URIPATA: En los riscos profundos ve a
esconderte
con tus plumas, collares y abalorios,
y no recuerdes más que eres Mariche.
APACUANA: Ni que en sus brazos te llevó
Apacuana!
GUERRERO I: Ni regreses aquí a extenderle a
otros
tus temores oscuros y tus miedos.
APACUANA: No quiero verte más…
CUARICURIÁN: Eso me apena…
APACUANA: Y más me apena a mí ver lo que
eres,
llevando como llevas sangre mía!
URIPATA: Cuaricurián, olvida a nuestra
tribu!
Y no digas jamás que eres Caribe,
ni que viste la luz sobre esta tierra
donde nunca nació la cobardía!
(Todos escupen menos la Doncella. Cuaricurián
sale. Todos le dan las espaldas. Óyese lejos una guarura. Entra Itaramay)
ITARAMAY: Ya parten, Apacuana, los
Guerreros
para librar combate decisivo.
En sus cuerpos la sangre se arrebata
y entre sus brazos el valor se agita.
(óyese lejano un coro de voces oscuras y
profundas)
APACUANA: Que con su luz la luna no
descubra
la inmensa oscuridad que los protege;
que noche ha de ser esta prolongada
donde la muerte viaje silenciosa
entre macanas y vibrantes flechas.
Qué no baje garúa de las nubes,
ni se perturben con furor los vientos,
ni los pájaros oigan las pisadas
que van con el deber o hacia la muerte…
(Oscuro. Lejos crece la canción grave de
los guerreros que parten)
(Luz sobre Galeas y Antequera. Se colocan
los petos y ciñen espadas)
ANTEQUERA: Ha sido una gran suerte haber
oído
brotar de sus palabras tales planes.
GALEAS: Suerte fue en verdad, que ese
soldado
supiera de los bárbaros su lengua
y descifrar pudiera cuanto hablaran
sin que los indios, cautos, percibieran
que daban a nosotros su secreto
y con él su seguro aplastamiento
ANTEQUERA: ¿Lo sabe ya Lozada?
GALEAS: Ya lo sabe…
Y toma presuroso las medidas
para hacer abortar toda la trama.
Prepare usted, sin más los ballesteros
y embósquese con perros junto al río;
que muchos cuidan ya los parapetos
con las temibles bocas de cañones
y la segura y cruel mosquetería!
ANTEQUERA: No hay ruido en las montañas ni
en las lomas…
ni en las picas ocultas y veredas;
ni se escucha el sonar de las guaruras
como suelen sonar cuando la indiada
dispónese a emprender una refriega!
GALEAS: Debemos temer más. No es ordinario
ese comportamiento en los Caribes!
Que gustan de gritar cuando pelean!
Para llevar temor a su enemigo!
(Sale presuroso Antequera. Galeas avanza
bajo una cenital. Se iluminan dos soldados dormidos sobre el suelo.
Cuidadosamente los despierta y les hace señas de que callen)
Con armas prestas a sus puestos vayan
pues los bárbaros vienen por los montes
dispuestos a atacarnos y vencernos
antes que el alba llegue con sus luces
y borre de las sombras las estrellas!
Muévanse cual jaguares sigilosos,
y ni una voz escape de las bocas
a fin de que la indiada no perciba
que armados nos hallamos y dispuestos
para desbaratarles sus intentos!
(Oscuro. Luz donde Apacuana. Esta y la Doncella con inquietud
acopian flechas y piedras)
APACUANA: Hay que aumentar la provisión de
flechas
y llevar nuestro esfuerzo a otros lugares,
donde los invasores se aposentan
y sobre gente nuestra sientan reales!.
En el sitio que estén hay que destruirlos
con todo cuanto tienen y han traído.
Sobre sus grandes casas por los mares;
y lo haremos después de la derrota
que esta noche le habremos inflingido!
(Suena a la distancia una guarura)
DONCELLA: Toque de alarma es…
APACUANA: Viene de lejos…
(Entra Itaramay, agitado)
ITARAMAY: Todo lo ha descubierto el
enemigo..
APACUANA: Quiebra tu voz…
DONCELLA: Y guarda lo que dice…
ITARAMAY: La noticia que traigo óyela toda
que para nuestro mal es verdadera;
el plan que tanto urdimos se ha desecho
y los nuestros son ya sus prisioneros…
APACUANA: ¿Cómo lo sabes, di … ?
DONCELLA: ¿Quién te lo ha dicho?
ITARAMAY: Vengo del valle y recogí la nueva
de un niño que escapó con sus heridas!
Y yace abandonado en las cocuizas
entre sombras azules y hormigas!
APACUANA: Debemos atacar y libertarlos…
Apresta los guerreros, las mujeres,
los ancianos, los niños y que suenen
con desesperación nuestros fotutos!
(suenan desde varios lugares fotutos y
guaruras)
DONCELLA: ¿Oyes?
(Llega Uripata)
ITARAMAY: ¡Ya suenan!
APACUANA: Debemos pues bajar…
URIPATA: No es fácil hacer eso, el enemigo
irrumpe ya con su tropel armado,
ocupa las pendientes y bajadas…
y acosa nuestra gente con sus perros
que corren sin cesar entre las piedras!
(Se oye sonido de un clarín avanzando)
Es su clarín en el combate alzado,
azuzando sus rápidos jinetes
hacia nuestros palenques y trincheras!
(Llega… Anuncia y cae al suelo)
GUERRERO III: Ya han aprisionado hasta el
Cacique
que enfermo estaba en su lugar secreto!
APACUANA: Muere con tal suceso mi esperanza
de verlo nuevamente alto y erguido
comandando veloz a nuestras huestes!
GUERRERO III: (Desde el suelo)
Prosigue el enemigo su carrera
tratando de tomarnos esta cumbre
con fuegos y mosquetes y banderas
(Óyense gritos y tropel de potros.
Disparos, clarín y guaruras. Apacuana y quienes la acompañan comienzan a
disparar flechas, piedras y lanzas hacia abajo. El Guerrero III muere)
APACUANA: Afilen ojo y pulsos, hace falta
tumbar con cada flecha un extranjero!
DONCELLA: (Mientras dispara)
Oye como se agitan las guaruras
y avanzan sobre el viento los clarines!
URIPATA: (Atisbando hacia abajo)
Mordientes fuegos en el monte crecen
y de sus cuerpos brotan estallidos.
DONCELLA: Ya están sobre nosotros. Apacuana
…
(Estallan disparos. Óyense gritos cercanos.
Penetra humo. La Doncella
y Uripata caen. Apacuana sigue lanzando flechas , una bala la toca y se dobla.
Entra disparando Antequera)
ANTEQUERA: Aquí está la Cacique , Capitán…
Mi mosquete certero la ha tumbado…
(Se oye violenta la voz de Galeas)
GALEAS: (Lejos)
Aprésala si puedes, la requiero
para el proceso que se instaure luego!
(óyense afuera más disparos. Ladridos de
perros, gritos y el sonar del clarín. Oscuro)
(Galeas, Antequera y el Cura Alonso en
cuclillas en torno a un pequeño y rústico fogón donde cocinan algo. Beben en
pocillos de barro algo caliente y hablan)
GALEAS: Entre los últimos indios abatidos
tomamos un cacique prisionero…
y debemos juzgarlo…
ya Lozada…
convocó tribunal acreditado
que debe decidir darle la muerte
mediante el vil y cruel empalamiento!
ANTEQUERA: Lo mismo que se ha hecho con los
otros
a la orilla del Guaire turbulento!
(señala al cura)
Pero su reverencia no lo quiere
alegando razón un poco extraña.
CURA ALONSO: Digo que no parece el
prisionero
ser ese Cacique que mencionan
todo ferocidad y osadía!
ANTEQUERA: Cierto…
Su figura más semeja
un breve gancho de afilados huesos…
GALEAS: Alguna enfermedad lo ha demolido
y llevado a parecer lo que parece.
ANTEQUERA: No habla, ni demuestra
sufrimiento…
ni altivo entre sus rabias se estremece!
CURA ALONSO: No es un Cacique, los conozco
al vuelo
y sé como nos gritan y nos miran
y amenazan con uñas y con dientes
cuando sufren de cepos o cordeles!
ANTEQUERA: En el suplicio nos dirán algunos
simovióse con gente belicosa
para hacernos tenaz hostigamiento…
y de haber sido así le cobraremos
con una muerte cruel su atrevimiento!
CURA ALONSO: No puede condenarse al que no
sea
el reo a quien se acusa bien probado
y su conducta atroz esclarecida…
que empalen a los otros y a ése
dejen en libertad pues pronto muere…
sostengo eso señor, y sólo eso!.
Pues lástima me da verle su estado!
GALEAS: También entre la indiada presa
está, la terrosa y altiva curandera…
ANTEQUERA: Es la vieja Apacuana, la
conozco,
nervio de rebelión y de pelea!
GALEAS: Deberíamos dársela a los perros
para ver si es capaz su atrevimiento
de pelearlos sin armas y desnuda,
cual lo hiciera sin suerte el Tamanaco…
Jefe de los Caracas y los Tarmas…
ANTEQUERA: Lo haría sin temor, pues es
cerrera
y dura de abatir la prisionera…
(óyese un clarín, luego un redoble de
tambor)
CURA ALONSO: Es lástima tomar tales medidas
en seres a quien Dios les dio la vida…
GALEAS: Calle usted y medite lo que han
hecho…
ANTEQUERA: Ya Diego de Losada lo ha
ordenado…
Y al tribunal severo lo ha propuesto
que sufran por traición y empalamiento…
en una tarde por el sol quemada!
GALEAS: Cobrarán al ver eso más temores
y aquellos que luchar firmes persiguen,
sus armas dejarán y humildemente
intimidados bajarán su frente!
CURA ALONSO: No creo que eso ocurra, son
muy fieros
y bravos y orgullosos los Caribes…
Cien años y aún más nos darán guerra…
Ellos y sus hijos y otros hijos…
Una joven Mariche me lo dijo
cuando en el monte, herida, la apresamos.
Yo les digo, señores, y sostengo:
nunca con muertes o suplicios crueles
rindióse pueblo que su patria quiera!
ANTEQUERA: Su reverencia calle, pareciera
que toma partido por infieles!
GALEAS: (Riendo)
Y provoca por eso contestarle
sin ánimo de ofensa en buen romance…
CURA ALONSO: Hágalo su merced si eso le
place!
GALEAS: Dime ¿Tú quieres vencer
a estos indómitos fieros
con flores de azul romero
y tratos para mujer?
No puede un indio entender,
y más Caribes osados,
que con mimos y cuidados
y por sólo nuestra ley,
los queramos someter
para dárselos al Rey
como vasallos o esclavos…
Mejor la lengua me callo,
y que Losada decida,
que en ello nos va la vida
y el dominio en esta tierra
que hemos ganado con guerra
a gente tan agresiva!
(Suena violento un clarín. Galeas calla,
todos ríen)
CURA ALONSO: Llaman a reunión urgente y
breve
pues el juicio Losada pronto quiere…
ANTEQUERA: Vamos al Tribunal y que él
decida
qué suerte han de correr esos Caribes!
(Oscuro. Luz sobre Apacuana y Chicuramay.
Están amarrados y tendidos en el suelo)
APACUANA: Tienen dudas aún sobre quien
eres,
y debemos cuidarnos de alentarlas.
Quizás de esa manera ganes tiempo
para lograr que sanes y te fugues!
CHICURAMAY: Hay que prender la lucha en
otro sitio
donde las condiciones nos ayuden
y las tribus entiendan que hay que unirnos
a través de las tierras más lejanas,
para de estos intrusos liberarnos!
APACUANA: A cuatro lunas están los
Jirajaras…
y en Orituco siguen las batallas.
En Tacarigua hay tribus que no bajan
los brazos de los arcos y macanas!
CHICURAMAY: Por eso importa estar sin estas
cuerdas
y libres de los males que me queman!
APACUANA: Y más aún lograr que nunca sepan,
de qué nación provienes y quien eres.
Sigue sin pronunciar palabra alguna
para que no te ubiquen por la lengua,
y aparentando casi te mueres!
(Suena un tambor. Llega el Cura Alonso. Se
dirige a Apacuana)
CURA ALONSO: Manda Losada que contemples
cómo
a los indios rebeldes se castiga
en este campamento castellano!
Ahora verás bajo la débil luna
entre aletear de moscas y zamuros,
la terrible visión de un empalado
(Oscuro. Luz sobre Galeas. Llega hasta él
Antequera)
ANTEQUERA: Tu presencia demanda gentil
raro,
quien ataviado viene de Cacique.
Dice que tiene gente en campo lejos
y dispuesta a rendirse si él lo quiere
y lo que hable con vos fortuna lleve!
GALEAS: ¿Qué nombre da?
ANTEQUERA: Cuaricurián se llama…
GALEAS: Extraño nombre de Cacique,
nunca he oído mencionarlo entre la indiada…
¿Qué trato quiere aquí?
ANTEQUERA: No lo revela.
Mas parece importante, tal su porte
y su palabra altiva y arrogante,
y las armas que trae y su penacho
y su demanda de mirarte pronto!.
Gente aguerrida ha de mandar si es cierto
lo que dicen sus voces y sus gestos!
GALEAS: Voy hasta él para indagar que quiere
tratar con enemigos vencedores!
(Galeas avanza, una luz lo sigue, cae
cenital sobre Cuaricurián)
CUARICURIAN: Saludo al hombre extraño a
quien ya observo
por fin de frente ante mi vista osada.
GALEAS: Dime gandul lo que de mí procuras…
CUARICURIAN: De lejos vengo a conversar
contigo;
de asuntos graves que a los dos atañen.
Allá dejé a mi gente agazapada
con armas y feroz atrevimiento
y lista a combatirte si no vuelvo
en hora que tenemos señalada!
GALEAS: ¿Quién eres tú que hasta atreverse
puede
hablarle a un castellano en voz altiva?
CUARICURIAN: Un combatiente soy y alto
cacique
de la Nación Mariche , te
lo ha dicho
tu Capitán con quien traté primero…
En sueño ayer me habló un antepasado
ydíjome que aquí viniera pronto
a un mísero salvar de vil tormento
para el que ya lo tienen condenado!
GALEAS: ¿A cuál indio cautivo te refieres?
CUARICURIAN: Al viejo que se muere en su
flacura
y sombra del pasado ya parece!
GALEAS: ¿Ese Chicuramay así llamado
por haber sido jefe de guerrero?
CUARICURIAN: No es Chicuramay ni ha
comandado
Mariches en combates. Sólo es él
carroña por dolores abatida
que no pone en peligro tu bandera!
GALEAS: Es un Cacique fiero, lo he sabido
por un rumor venido de su tribu.
CUARICURIAN: Yaces en un engaño,
castellano…
El Cacique soy yo te lo repito
desde un orgullo exacto a mi estatura
y duro cual la vista que te mira!.
Nada sabe de guerra el prisionero
ni nunca lo ha seguido gente alguna!
GALEAS: ¿Y quieres que lo Suelte por
bondades?
No somos bondadosos en las guerras
los hombres de Aragón y de Castilla!
CUARICURIAN: Bien, lo sé… Mas no pido a ti
favores.
Sólo quiero decirte que he venido
a cambiarme por él…
GALEAS: Quien lo creyera…
Cambiarse un fiero joven todo armado
y lleno de plumajes altaneros,
por huesos con pellejos revestidos,
que más son piel de muerto que de vivo!
CUARICURIAN: Por eso te hago el canje…
es inocente;
y debe ser con prisa liberado!
GALEAS: Como todo Mariche aquí cautivo,
empalado ha de ser… Y tú lo sabes!
Y suerte igual ha de correr quien
quiera sustituirlo en sus grillos y
cadenas!
CUARICURIAN: Ese riesgo a mi mente no
preocupa…
GALEAS: Admírame gandul tu audaz propuesta
que parece propuesta de suicida!
¿qué motivo te mueve a formularla?
CUARICURIAN: Un buen antepasado en mi
memoria,
lo dijo ayer entre pausado sueño:
No debe perecer un inocente
por ti que tienes corazón valiente!
Por eso estoy aquí ¿Has comprendido?
GALEAS: Y muy confuso estoy, y sorprendido!
CUARICURIAN: Si tu cierras el trato que te
ofrezco
y al cautivo que tienes, lo liberas,
ordeno ya a mi gente que se vaya
y deponga su cólera guerrera!
GALEAS: Trato bueno propones, si no
mientes…
CUARICURIAN: A mis antepasados que lo
piden,
temo encolerizar si no lo hago…
¿Por qué no hablarte entonces, castellano?
GALEAS: Mucho me haces pensar…
mas, ¿qué me prueba
ser tú el cacique que pregonas tanto
y no el cautivo que en los suelos muere?
CUARICURIAN: ¿Quién otro a presentarse se
atreviera,
sabiendo que morir en breve puede
entre tormentos y suplicios viles?
Sólo un Cacique de valor cimero
puede, español, así comprometerse.
Y si ese Cacique soy, duda no cabe…
más si lo dudas puedes preguntarle
a una anciana que aquí yace cautiva…
GALEAS: ¿Cómo se llama, di?
CUARICURIAN: Es Apacuana
GALEAS: ¿Ella? !La bruja! !Bah! No te lo
creo
CUARICURIAN: Conoce bien a todos en la
tribu,
y sabe que yo soy el alto jefe
que a combatir conduce a los Mariches.
Y no Chicuramay, como se dice!.
Que tengo mucha gente bien armada
de dardos con ungüentos ponzoñosos,
presta a rendirse si le doy mensaje,
a guerrearte de nuevo si lo ordeno
o si por mí el cautivo no regresa!
GALEAS: No prosigas… Tu palabra veré
si es verdadera…
Y las órdenes doy:
(ordena hacia adentro)
A Apacuana traed…!
(Se ilumina un soldado. A él habla Galeas)
Y que ellos, indios,
en su lengua se entiendan con premura.
(Desaparece el soldado) (A Cuaricurián)
Mi fe de caballero me prohibe
oír entre tú y ella los discursos.
Me llaman al concluirlos y regreso
para saber que dice la hechicera
y recibir o no tu pedimento!
(Sale Galeas. Óyese un tambor. Llega
Apacuana, se asombra al ver a Cuaricurián)
APACUANA: ¡Tú! ¿Que buscas en este
campamento
a donde el enemigo me ha traído
con todos los mariches apresados?
¿Por qué vistes con plumas y collares
y vas armado con macana y flecha
si los combates siempre has evadido?
CUARICURIAN: He venido a cambiarme
únicamente
por el viejo cacique prisionero.
Si dan su libertad, por él yo muera
con la muerte que dan los extranjeros!
APACUANA: !Qué!
¿A eso has venido?
!Insensato!
El enemigo para hacer más dura
y terrible la angustia de mi espera,
llevóme a recorrer bajo la luna
el sitio donde están los empalados.
Sentados sobre estacas puntiagudas
que irrumpen a través de sus gargantas…
convulsos, doloridos, desgarrados,
yacían los mariches…
Sus entrañas eran por los zamuros
devoradas!
Y moscas y hormigas recorrían
los cuerpos por la luna dibujados!
CUARICURIÁN: También transitar pude esos
lugares…
y vi su brava sangre derramada…
Por el odio las bocas contraídas
y el gesto de sus manos violentadas!
APACUANA: No sigas, que la imagen me
anonada!
CUARICURIÁN: Por eso estoy aquí, me
necesita
esa angustia de hermano torturado.
Me necesita el tiempo y esta tierra
donde el llanto de todos se ha regado!
Y vengo a dar mis huesos, mis cabellos
y estas manos que a todo me acercaban…
para que pueda proseguir la lucha
y alguna vez nuestra nación regrese
a un suelo de invasores liberado!
APACUANA: ¿Cómo habla de luchar quien hoy
se entrega
e igual que tantos otros tendrá muerte,
a menos que en esclavo se convierta?
Y de no ser así, ¿no has dicho siempre
que no sabes de prácticas guerreras?
CUARICURIÁN: Sabe el enfermo…
APACUANA: ¿Quién?
CUARICURIÁN: !Chicuramay…! Se requiere por
eso liberarlo
y que se oculte y se reponga pronto…
si él no puede pelear, con sus consejos
hará que otros aprendan y conduzcan
ese saber a otros y a otros
y que no se detenga esta pelea
mientras el invasor aquí prosiga
con espada, cadenas y castigos!.
Por eso tienes que decirle a ellos
sin que vacile tu voz al pronunciarlo
que yo el Cacique soy…
APACUANA: Nunca podría…
entregarte al feroz empalamiento…
CUARICURIÁN: !Cómo! ¿Te niegas a cumplir mi
pedimento?
¿Qué ha ocurrido en tu ánimo Apacuana?
APACUANA: A pesar de saber tu cobardía…
a pesar de ese gesto que has tenido
de no ir con los nuestros a combates…
a pesar de que yo te he repudiado
en horas de inquietudes y arrebatos,
eres mi hijo
y te recuerdo niño…
Te recuerdo sonriente y laborioso,
haciendo tus collares junto a un río
y tocando las flores y la niebla
y hablando tu lenguaje que era el mío!
¡No! No puedo por eso darte ahora
a ese martirio vil de ser clavado
vivo desnudo en áspero madero…
CUARICURIÁN: ¿Te niegas a decir lo que te
pido?
APACUANA: ¡Sí! Tu madre con ese amor que
sangra
y al caprichoso pecho debilita,
resístese llevarte a ese tormento
cuya sola visión tanto me espanta!
CUARICURIAN: Me engañan tus palabras a mi
oído!
No entiendo lo que dices, Apacuana…!
temes ahora que tu hijo muera!!
APACUANA: No en esa forma cruel y
aborrecible…
CUARICURIAN: Me enviabas sin temores a la
guerra!
APACUANA: Es distinto pelear; allí se cae
con la sangre caliente y agitada.
Sin esa espera lenta y dolorosa
de quien hecho cautivo es sentenciado
a sentir sus entrañas desgarradas!
CUARICURIÁN: No te conozco ahora, te has
doblado
como frágil espiga temblorosa…
¿Qué fue de esa Apacuana altiva y fiera
de quien todos estaban orgullosos?
¿Qué fue de esa mujer hecha de piedra
y animada por fuego y rebeldía,
la que todo lo daba por su pueblo
y por su pueblo todo lo sufría?
APACUANA: No puedes entender, aun eres un
niño…
CUARICURIÁN: Que tristeza me da mirarte
ahora
y ver que por un hijo te doblegas
y que piensas en mí más que en tu tierra!
APACUANA: Es el empalamiento…
y no lo quiero verlo sufrir por ti…
¡Comprende ahora!
CUARICURIÁN: Nunca comprenderé que
sacrifiques
esta lucha que sólo ahora comienza
por evitar que muera en un madero
de una muerte que es muerte y sólo muerte!
APACUANA: Eso es morir mil veces y mil
veces!
CUARICURIÁN: Escúchame Apacuana lo que
digo:
sólo una muerte existe para todos,
y la vengo a buscar con frente erguida
y la pido a mi madre frente a frente!
APACUANA: No te la puedo dar de esa manera!
CUARICURIAN: El asombro me agita y
estremece!
Sentía orgullo de saber que eras
laMariche más fuerte y altanera
conductora de flechas y guerreros
y nunca temerosa ni rendida.
Vanidoso me hallaba por saberme
nacido de tu amor y tu ternura,
y haber bebido de tu leche buena
y en mi sangre llevar valor del tuyo.
Pero ese orgullo ahora se me
quiebra como un poco de luz entre las
manos,
al ver que tal mujer ya no es de roca
sino un tímido ser acobardado!
APACUANA: Sólo quiero librar de la tortura
a quien negué una vez como mi hijo!
CUARICURIÁN: Ese gesto me dijo de tu altura
y de ese corazón fuerte que llevas;
y amé la pena que tu voz me daba
porque en ella te dabas toda entera!
Qué sea fiel a eso pido ahora
a la Apacuana de mirar valiente
y de gesto febril y arrebatado.
Y de no hacerlo juro y lo prometo
que dejaré la vida por mi mismo
una vez que abandone su presencia
pues tu imagen en mi se ha derrumbado!
Ya no serás mi madre, ni siquiera
en la fugaz tristeza del recuerdo…
hoy te repudio a ti…
quien lo creyera…
a ti, que en mi ilusión
montaña eras!
APACUANA: No entiendo obstinación como la
tuya…
CUARICURIÁN: Oye, Apacuana, madre valerosa,
debes comprender que la victoria
tal vez repose sobre nuestras vidas
y darlas al dolor es necesario
como quien da una flor o una espiga!
Y si la dádiva lleva hacia el martirio,
al fuego, a la picota, a la tortura,
y a todos los dolores y las penas,
hagámoslo con voz y pecho ardiente
con paso firme y actitud tranquila.
APACUANA: No sé si estoy despierta o voy
dormida!
CUARICURIÁN: !Quiero verte de pie! !Mas
verte viva!
APACUANA: Calla Cuaricurián… ya me has
quitado
vendas que por mis ojos se cruzaban!.
Ya estoy de pie con mi estatura exacta
y a ese Capitán ligero llama…
CUARICURIÁN: (Llamando)
!Qué venga el Capitán!
!Aquí, que venga!
APACUANA: (Grita igualmente):
Qué venga aquí Galeas, al instante
a escuchar mis palabras dolorosas!
Que se apresure pronto, pues mi lengua
puede paralizarse cuando diga
lo que debo decir aunque no quiera!
(llegaGaleas)
GALEAS: ¿Qué dice a mi entender la piache
altiva
de bélica palabra atribulada?
APACUANA: La cólera me quema hasta los
huesos,
y llamas en la sangre me devoran,
porque el mozo cobarde ya se entrega
como un esclavo vil a tu fortuna!
El fue quien retiróse con mariches
a montes y colinas escarpadas
y prosiguió desde ellas dura lucha
para atribulación de tus soldados!
GALEAS: ¿Él es Chicuramay…?
lo sospechaba
por su voz arrogante y verdadera
y su gesto al hablar a capitanes
que son por castellanos hombres bravos
y creen en su rey y son cristianos!
APACUANA: Pretendí persuadirlo a que
partiera
y en lucha nuevamente se empeñara.
Pero su terquedad sólo procura
trocarse por el viejo que allá espera!.
Presiento yo que el miedo lo ha vencido
y es esa la razón para que busque
manera singular para evadirse
y dejar a su pueblo sin cacique!
GALEAS: No olvides piache dura que él se
juega
con ese extraño cambio la cabeza.
APACUANA: Por eso te lo digo, hay quien
prefiere,
si la vida lo acosa con durezas
y permanentemente luchar debe,
morir para calmar sus ansiedades;
y entonces busca con afán oscuro
evadir con la muerte sus deberes!
CUARICURIÁN: Tengo un mandato por cumplir
de lejos…
y he perdido la fe por nuestra causa!
GALEAS: ¿Te rindes con los tuyos?
CUARICURIAN: Soy rendido…
APACUANA: (A Cuaricurián)
Que te confunda el rayo y la centella
y la voz del Mariche te maldiga,
y no tenga tu cuerpo nuestra tierra,
y sólo bestias de tu carne gocen;
pues al Caribe ya lo has humillado
con ese gesto de reptil medroso!.
A que te empalen ve, tú lo mereces,
por inútil, servil y engañoso!
GALEAS: Ustedes como bárbaros son raros,
y de conducta extraña…
pero acepto el canje que has propuesto
APACUANA: (A Galeas)
Y prueba tú español, la gallardía
de la gentileza que presumes,
dando su libertad al viejo inútil
para que lejos con sus huesos vaya
y muera sin creer que es prisionero!
GALEAS: Eso haré, por mi fe…
soy castellano,
y mi palabra siempre he sostenido.
Y como Capitán de esta jornada
haré que tal cautivo salga libre…
Mas hacia el suplicio irán ustedes…!
CUARICURIÁN: ¡Iremos!
GALEAS: No lo dudes…
APACUANA: !Con gesto libre y corazón
sereno!
GALEAS: (Mientras sale)
Mandaré por sus pies al prisionero!
(Ya ido Galeas)
APACUANA: Me alegra que al morir yo te
recobro!
CUARICURIÁN: Y tú a mi corazón, regresas
pura!
(Llega Chicuramay)
CUARICURIAN: (A Chicuramay):
Chicuramay, recuerda este mandato;
que viene del dolor y de la muerte:
la lucha ha de seguir sin que vacile
un solo instante el ánimo Caribe!
APACUANA: (A Chicuramay)
Proclámalo por todos los caminos,
y dilo con voz fuerte a la distancia:
y grítalo a las piedras y a las aves
y a las errantes hojas y a los vientos…
CUARICURIAN: (Quitándose del pecho una
insignia y dándosela a Chicuramay):
Y guarda este idolillo bajo tierra
allí donde reposen nuestros huesos,
mientras ellos estén allí enterrados
jamás conquistador podrá vencernos
ni nuestra dignidad será quitada…
APACUANA: Y dilo a los que van y a los que
vienen
y a los tiempos distantes y remotos,
que siempre ha de brotar en esta tierra
unida con sus rocas y sus flores,
con sus ardientes suelos y sus nieves,
y en las manos de quien en ella nazca,
esa liberta que no es un sueño
sino espiga de luz alta y nacida
de esta recia raíz que ahora sembramos,
con sangres derramadas y esperanzas!
CUARICURIÁN: !Con huesos y palabras y con
vidas!.
FIN
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