María Rosa de Gálvez
Drama
trágico en un acto
SAFO, poetisa griega.
CRICIAS,
sacerdote del Apolo.
FAÓN,
su hijo.
NICANDRO,
amante de Safo.
ARISTIPO,
segundo sacerdote.
MINISTROS DEL TEMPLO.
COMPARSAS
DE MARINEROS
GRIEGOS.
PUEBLO DE LEUCADIA.
La escena es en la isla de Leucadia. A la derecha
se ve la roca del mismo nombre, desde donde se precipita SAFO. Al lado opuesto vista del templo de
Apolo con puertas practicables. En el foro mar tempestuoso. La acción empieza
de noche. Se oyen algunos truenos. Las nubes se disipan, y el teatro se aclara,
según dicen los versos, hasta quedar iluminado enteramente por la salida del
sol. [24]
Escena I
SAFO sentada m una piedra inmediata al templo.
SAFO Noche
desoladora, fiel imagen
de
mis continuos bárbaros tormentos;
no
cese tu rigor, no tus furores:
el
hórrido silbido de los vientos,
el
rayo desprendido de la esfera, 5
el
ronco son del pavoroso trueno
halaga
un corazón, desesperado.
¡Ah!
perezca en tu horror el universo.
(Se
levanta.)
Perezca
la morada que mantiene
al
hombre entre los hombres más perverso: 10
anégale
en tus aguas, mar undoso;
y
entre tus ondas su cadáver yerto
suba
al Olimpo, y del Olimpo baje
a
sepultarse en el profundo averno.
(Empieza a serenar.)
Mas
tú te calmas; ¿eres insensible 15
a
mi fatal plegaria, a mis lamentos?
Eres
como Faón... ¡Ay! ni su nombre
piadoso
vuelve a repetir el eco.
¡Espantosa
quietud! Todo enmudece,
y
al tormentoso horror sigue el silencio. 20
Las
negras furias que mi amor persiguen,
me
privan hasta el bárbaro consuelo
de
ver el orbe vacilar al choque
de
los embravecidos elementos.
(Se empiezan a disipar los elementos.)
Vecina
el alba volverá a la tierra 25
el
marchito verdor; plácido el cielo
ofrece
al fin serenidad y vida.
Hoy,
por la última vez, el firmamento
verán
mis ojos de llorar cansados.
Sol,
apresura tu brillante vuelo; 30
verás
a Safo en su postrera angustia
perecer,
u olvidar su ingrato dueño.
(Queda
apoyada en el bastidor.)
Escena II
SAFO. CRICIAS. ARISTIPO. COMPARSAS por la puerta
del templo.
CRICIAS Corre,
Aristipo; la extendida costa
de
Leucadia registra: que tu celo
logre
salvar las miserables vidas 35
de
algunos naufragantes extranjeros:
víctima
puede ser un hijo mío
de
las iras del mar.
ARISTIPO Ya
te obedezco;
calma
tus inquietudes entre tanto,
vamos
por la ribera, compañeros; 40
y
que iluminen las ardientes teas
mientras
el sol nos niega sus reflejos.
(Se
va con parte de los COMPARSAS.)
CRICIAS Venid
vosotros por la orilla opuesta.
SAFO ¡Ay
Faón!
CRICIAS Escuchad.
¿Ese lamento
el
nombre de Faón no ha pronunciado? 45
Entre
estas rocas alumbrad. ¡Qué veo!
SAFO Apartad
esa luz.
(A
los COMPARSAS que se retiran.)
CRICIAS Infeliz
Safo,
No
rendida al dolor con tal extremo
aumentes
tu desdicha. Poco falta
para
que libre de ese amor funesto 50
recobres
la quietud. ¿Puedes acaso
por
insultar la cólera del cielo,
vagando
entre las sombras espantosas
de
esta noche de horror, de tu fiel pecho
a
Faón arrancar?
SAFO Por
piedad, Cricias, 55
déjame:
y no repitas del perverso
el
nombre odioso.
CRICIAS ¿Tú
no le nombrabas?
SAFO Sí,
porque se aumentase mi tormento.
CRICIAS De
olvidar o morir, Safo, en tu mano
la
elección tienes: todo está dispuesto 60
para
cumplir tu voto; el sacrificio
que
has de ofrecer en el sagrado templo,
las
barcas velocísimas que formen
del
alto promontorio el ancho cerco;
los
nadadores que al socorro tuyo 65
lanzarse
deben; y el ansioso pueblo
que
ser testigo de tu gloria espera:
todo
a cumplir te obliga el juramento
de
renovar la fama de Leucadia
en
el orbe y siglos venideros. 70
Pero
si dudas, si el peligro temes...
SAFO Sacerdote
de Apolo, nada temo
sino
el quedar con vida. Los socorros
que
la costumbre estableció, y el tiempo
para
los desgraciados que llegaron 75
al
extremo fatal en que me veo,
mi
desesperación los abomina;
no
los puedo estorbar, y los tolero.
¡Ojalá
que este abismo cristalino,
que
baña de la roca el fondo inmenso, 80
me
sepulte, y a ver la luz no vuelva,
si
está el olvido en su profundo seno!
CRICIAS Pues
¿no pretendes, Safo, que se apague
ese
insensato y amoroso fuego?
SAFO ¡Ay!
no Cricias; detesto mi existencia, 85
si
pudiese vivir sin un recuerdo
de
mi amado Faón.
CRICIAS Esos
delirios
en
breve olvidarás.
(El teatro se ha ido aclarando.)
Ya
los reflejos
del
sol en el oriente se descubren;
Cálmate,
Safo, que el feliz momento
de
tu dicha se acerca...
(SAFO se quiere ir.)
¿Por
qué huyes? 90
SAFO Su
resplandor, me oprime: al bosque vuelvo
a
contar impaciente los instantes
que
faltan para hacer mi amor eterno.
(Se va.)
CRICIAS ¡Plegue
a los dioses que tu muerte sea
la
que a mis tristes años el sosiego 95
pueda
volver! Por ti perdió la patria
el
brazo de Faón; por ti, su esfuerzo
envilecido
en el deleite infame,
ni
el peligro de Atenas, ni el lamento
de
este padre infeliz pudo moverle: 100
él
era mi esperanza y mi recreo;
y
si de otra beldad el atractivo
no
borrase tu imagen de su pecho,
en
placer vergonzoso todavía
viviera
sumergido; mis recelos, 105
mientras
tú vives, acabar no pueden;
pues
si viese Faón el loco exceso
de
tu pasión, tal vez compadecido...
Pero
Aristipo vuelve conduciendo
un
joven a este sitio.
Escena
III
CRICIAS. ARISTIPO. FAÓN. COMPARSAS.
FAÓN ¡Oh
padre mío! 110
CRICIAS Faón,
hijo querido, ¡dioses! ¿sueño?
Estréchate
en mis brazos: ¡tú en Leucadia!
FAÓN Yo
en Leucadia, señor; a ser objeto
de
todos los furores de los hados.
Yo,
que en mi triste corazón albergo 115
las
implacables furias del abismo:
ellas
me acosan; el remordimiento
grabaron
en mi alma; y ni la muerte
me
quiso conceder piadoso el cielo.
CRICIAS Hijo
ingrato, ¿y es esta la ternura 120
que
te debe tu padre? ¿Éste el contento
que
muestras a mi vista?
FAÓN ¡Ah
padre mío!
No
pueden mis delirios ofenderos.
He
perdido a mi esposa: sepultada
queda
en el mar: los fieles compañeros 125
que
la seguían yacen sumergidos:
yo
intentaba con ella en el ligero,
esquife
libertarme del peligro.
Las
ondas la arrancaron de mi seno
al
tiempo de arrojarme, y anegaron 130
el
mísero bajel en un momento.
¡Oh
nunca las piedades de Aristipo
me
socorrieran! ¡Ojalá el soberbio
piélago
undoso fuera mi sepulcro!
Pues
Júpiter sin duda: de su excelso 135
trono
lanzaba el rayo en mi ruina:
Safo,
elevando el dolorido acento
clamó
por mi castigo abandonada,
y
se han cumplido sus fatales ruegos.
ARISTIPO Pues
qué, ¿Safo...
CRICIAS No
más; calla, Aristipo. 140
Hijo
mío, modera tu despecho:
antes
de amar a tu infeliz esposa,
en
lazo criminal tus devaneos
pensaban
que no hubiera quien borrase
de
Safo los amores: otro objeto 145
en
Teagenes hallaste, y otros muchos
feliz
pueden hacerte.
FAÓN No
lo espero.
De
mi joven esposa la belleza
alucinarme
pudo: los consejos,
y
los mandatos vuestros repetidos, 150
hicieron
que en el lazo de himeneo
buscase
los placeres; pero en vano:
la
lisonjera novedad huyendo
desterró
la ilusión; Safo llorosa,
desesperada,
y a mis pies gimiendo, 155
mi
horrible ingratitud me recordaba
hasta
en los brazos de mi nuevo dueño.
Presentes
siempre su fatal constancia,
su
ternura, sus gracias, sus talentos,
su
lira, que a los dioses encantaba... 160
con
ninguna beldad logró mi pecho
llenar
aquel vacío que nos deja
el
delicioso goce del deseo.
¡Oh
cuantas veces en la oscura noche,
entre
las sombras de un pesado sueño, 165
la
vi furiosa, arrebatada, ciega,
clamar
por mi castigo, y del averno
invocar
las deidades vengadoras
contra
un bárbaro amante! El universo
resonó
con sus gritos; y sus votos 170
los
dioses irritados concedieron.
CRICIAS No
con tales ideas, hijo amado,
aumentes
tu aflicción; piadosos ellos,
pues
te vuelven al seno de tu padre,
ni
sus furores ni su rabia oyeron. 175
Entra
en mi habitación; descansa en ella
mientras
a Apolo un sacrificio ofrezco
que
aleje de tu alma los terrores.
FAÓN ¡Con
cuánto más placer desde este horrendo
precipicio
buscara entre las ondas 180
a
mi afligido espíritu consuelo!
CRICIAS No
más delirios. Conducidle, amigos. (A los COMPARSAS.)
FAÓN Deidades
¿para qué la vida quiero
Si
he abandonado a Safo por amarme,
y
por mi amor Teágenes ha muerto. 185
(Se va con los COMPARSAS.)
Escena IV
CRICIAS. ARISTIPO.
ARISTIPO Permite
Cricias a un leal amigo
que
preguntarte pueda ¿cuál intento
te
hace ocultar de la infelice Safo
a
Faón la existencia? Sus tormentos
a
vista de esta amante, que aún adora, 190
se
pudieran calmar; y tu secreto
hace
dos desdichados. ¿Es posible
que
teniendo a tu arbitrio el solo medio
de
salvar una vida, que merece
suerte
más venturosa, estés resuelto 195
a
verla perecer?
CRICIAS Nunca
Aristipo
con
mayor causa desearlo puedo.
¿Quieres
que vuelva a publicar la Grecia , 200
de
mi glorioso nombre en vilipendio,
que
aprisionado un hijo mío vive
en
los brazos de Safo? ¿y que de nuevo,
olvidando
su patria y sus deberes,
como
cuando de Esparta el odio fiero 205
amenazaba
a Atenas, busque asilo
en
los placeres, evitando el riesgo?
No
Aristipo; que muera una y mil veces
antes
esa mujer.
ARISTIPO ¿Y
el himeneo
no
pudiera ligar los dos amantes, 210
sin
que en su amor, hubiera los excesos
de
un trato vergonzoso? Faón libre
lo
conduce el destino al mejor tiempo
para
estorbar la desgraciada muerte
de
la mísera Safo.
CRICIAS Te
comprendo; 215
pero
sabe, Aristipo, que ella nunca
quiso
unirse con él por otros medios
que
los de un torpe amor; y pues conoces
cuantas
razones de evitarlo tengo,
si
eres mi amigo, ayuda por tu parte 220
a
que Faón ignore estos momentos
la
existencia de Safo; y si no basta
de
la amistad el poderoso ruego
a
obligarte; que baste la obediencia:
yo
por mi dignidad soy el supremo 225
sacerdote
de Apolo, y en su nombre
que
calles y obedezcas hoy te ordeno.
(Se va.)
ARISTIPO ¡Cruel
superstición! ¿Será forzoso
que
esté obligado mi sensible pecho
por
tu fatal poder a ser testigo 230
de
sacrificio tan atroz y horrendo?
Cricias
da a su rencor nombre de gloria;
la
religión me manda obedecerlo;
Safo
y Faón, los dos desesperados,
tal
vez perecerán: ¡oh si a lo menos 235
mi
persuasión pudiese libertarlos!
Escena V
NICANDRO. ARISTIPO.
NICANDRO Escucha,
sacerdote, a un extranjero
que
llega al promontorio de Leucadia,
para
hacer la experiencia que ya hicieron
los
que olvidar o perecer buscaron. 240
ARISTIPO Joven
¿sabes si acaso alguno de ellos
quedó
con vida?
NICANDRO No;
todo lo ignoro.
ARISTIPO Pues
antes de prestar el juramento
que
te obligue a lanzarte de su cima,
la
voz de la verdad, escucha atento. 245
El
mancebo Leucates, perseguido
de
las iras de Apolo, llegó huyendo
a
esa roca; y desde ella despeñado
se
hundió en el mar precipitado y ciego.
Su
nombre le ha quedado desde entonces; 250
y
para eternizar tan triste ejemplo,
todos
los infelices que a la muerte
arrastraban
del crimen los excesos,
eran
precipitados de esa altura,
ligando
muchas aves a sus cuerpos, 255
que
hiciesen menos fuerte el duro golpe
con
el esfuerzo natural del vuelo.
Uno,
entre tantos, que logró salvarse,
olvido
de su vida los sucesos;
y
todos los amantes desgraciados 260
hacer
la misma prueba resolvieron;
pues
desde entonces, sin socorro alguno,
creyendo
que el olvido está en el seno
de
ese profundo abismo, en él se arrojan:
los
sacerdotes de ese antiguo templo 265
previenen
nadadores, que a la orilla
saquen
al miserable. En tanto tiempo
como
dura esta bárbara costumbre
ninguno
se salvó: si estás resuelto
con
este desengaño al precipicio, 270
compadecerte,
no evitarlo puedo.
NICANDRO Vana
es tu compasión; al templo vamos
que
hoy la terrible prueba hacer pretendo.
ARISTIPO Tan
presto no podrás.
NICANDRO ¿Por
qué motivo?
ARISTIPO Porque
para morir llego primero 275
que
tú la triste Safo.
NICANDRO ¡Qué
he escuchado?
¿La
poetisa Safo a tal extremo
reducida
se ve? ¿La que de Atenas
mereció
los aplausos y los premios?
¿Por
la que suspiraron vanamente 280
millares
de rendidos, y yo entre ellos?
ARISTIPO ¿Tú
la amabas también?
NICANDRO Yo
la idolatro;
y
el terrible tesón de su desprecio
me
conduce a buscar aquí mi muerte.
¡Ah!
sin duda Faón será el perverso 285
que
ingrato corresponde a sus favores.
Amigo,
dime, no podré un momento
hablarla...
persuadirla...
ARISTIPO Sí,
bien dices;
quizá
conseguirá tu rendimiento
piedad
de ella y de ti.
(Mira
adentro; SAFO aparece al foro.)
Pero
se acerca; 290
Mírala
que abatida vuelve al cielo.
los
ojos, y después al precipicio.
de
su amor infeliz; yo me retiro:
los
dioses favorezcan tus deseos. 295
(Se va.)
Escena VI
SAFO. NICANDRO.
NICANDRO (Aparte.)
Al fin la vuelvo a ver: sus negros ojos
del
llanto enrojecidos son aquellos;
y
el gracioso semblante, donde ahora
se
pinta la aflicción... pero habla.
SAFO ¡Oh
Venus! 300
Desciende
del Olimpo, cual solías
complacida
a escuchar los dulces ecos
de
mi suave lira; ven ahora
que
te invoca mi voz con el acento
de
la mortal angustia; fortalece 305
mi
corazón con tu divino fuego.
Estos
breves instantes que me restan
de
una odiosa existencia.
NICANDRO Yo
me acerco.
Si
un amante infeliz merece, Safo,
que
algún favor concedas a su ruego; 310
otorgarme
la triste preferencia
de
que pueda arrojarme al mar primero
que
tú desde esa roca.
SAFO Por
ventura
¿habrás
hallado joven extranjero
Alguna
mujer pérfida y mudable? 315
¡Ah!
no lo extrañaré; que el universo
sólo
ingratos encierra; pero sabe
que
Faón es el más ingrato de ellos.
Cuéntame
tus desgracias, y no pienses
tendrá
mayor motivo tu despecho 320
que
mi justo dolor.
NICANDRO Escucha,
Safo
ni
de perfidia ni traición me quejo:
me
quejo de un amor tan desgraciado,
que
nunca de la cárcel del silencio
pudo
salir; me quejo de haber visto 325
víctima
de un ingrato el dulce objeto
digno
de mi cariño, y de que todos [40]
de
merecer se honrasen sus afectos.
Por
no verlo penar mi muerte busco.
SAFO ¡Ah!
No es igual el tuyo a mi tormento. 330
Tú
no has perdido más que una insensible;
pues
oye por Faón lo que yo pierdo.
Por
él abandoné mi patria y nombre;
por
él sufrí de mi envidioso sexo;
la
más atroz calumnia; por su causa 335
de
los hijos de Apolo el rendimiento
altiva
desprecié; y en fin, llevando
mi
constante fineza hasta el extremo,
Preferí
ser su amante, a ser su esposa,
que
amor de libres corazones dueño 340
huye
un lazo que impone obligaciones.
¿Qué
no me debe? yo elevé su genio
a
la luz de las ciencias, y en el trono
del
amor, desplegando su talento,
célebre
fue..su nombre a par del mío. 345
¡Ay!
que en aquellos deliciosos tiempos,
Sólo
en él existía; él era sólo
de
mi ternura y mis placeres centro.
¡Cuán
dulcemente en sus amantes brazos
los
elogios que Grecia a mis talentos 350
dedicaba
olvide, sacrificando
hasta
mi vanidad a sus deseos!
NICANDRO ¡Oh
qué feliz otro mortal sería
Safo
con tu cariño!
SAFO Yo
desprecio
de
todos el amor. Faón ingrato, 355
para
mí es más amable que el excelso
Júpiter
en su solio.
NICANDRO ¡Ah!
que tus voces
aumentan
mi dolor; pero a lo menos,
pues
que los dos a perecer estamos
por
diversos motivos ya resueltos, 360
Sabe
que te idolatro, y que tú eres
la
que siempre adoré.
SAFO ¡Qué
escucho, cielos!
NICANDRO Sí,
Safo, tú pudieras todavía,
premiando
la constancia de mi afecto,
hacer
de un desdichado un venturoso; 365
ten
piedad de ti misma: a tus pies puesto
te
pido que te duelas de mis ansias;
en
tu favor consiste mi remedio.
SAFO ¿Yo
he de dartelo?
NICANDRO Sí.
SAFO Pues
de esa roca
arrójate
después que yo haya muerto. 370
NICANDRO ¿Ese,
ingrata, me das?
SAFO ¿De
qué te quejas,
si
el mismo que yo elijo, ese te dejo?
NICANDRO ¡Qué
bárbara constancia! ¿No te mueven
ni
compasión ni amor?
SAFO Yo
lo detesto:
retírate
de aquí, si a ser testigo 375
no
aspiras de mi muerte.
NICANDRO No:
primero
iré
a implorar de los supremos dioses
la
piedad para ti, que en ti no encuentro.
(Se va.)
SAFO Sólo
faltaba a mi tirana suerte
escuchar
el osado atrevimiento 380
de
un insensato amante. ¡Oh cuanto tarda
el
suspirado fin de mi tormento!
Procuremos
que llegue.
(Va a entrar en el templo.)
Escena
VII
SAFO. ARISTIPO.
ARISTIPO Espera,
Safo.
Tú
no puedes entrar al sacro templo
en
tanto que las víctimas entregan 385
a
la dura cuchilla el dócil cuello:
y
antes que con tu muerte a cumplir llegues
tu
bárbaro y horrible juramento,
oye
a un anciano que estorbar procura
con
su prudencia tu feroz despecho. 390
Nada
hay estable; ni el amor ni el odio;
que
todo cede a la impresión del tiempo.
Quizá
Faón arrepentido o libre,
a
tu constancia y tu dolor cediendo,
volverá
a tu cariño; y con la muerte, 400
aún
la esperanza, que es el bien postrero
de
los amantes, pierdes.
SAFO Ya
he perdido
la
esperanza, el honor y el sufrimiento.
ARISTIPO Todo,
Safo, pudieras recobrarlo:
vive,
espera y confía.
SAFO Nada
espero. 405
Tú
ignoras Aristipo cuánto hice
por
ablandar el corazón de hierro
del
pérfido Faón, y todo en vano.
Yo
lo he seguido por extraños reinos,
después
que huyo de Gonno acompañado 410
de
mi odiosa rival; pero mis celos
en
Sicilia lograron alcanzarlo.
Desesperada
su mansión penetro:
corro
por todas partes, busco ansiosa
a
mi traidor amante; él a mi acento 415
sale
y queda mortal, como a la vista
del
soberano Juez se queda el reo.
Suplico
entonces, amenazo, lloro;
y
todo en vano: mi dolor acerbo
me
hizo humillar hasta sus pies mi frente, 420
me
hizo besar las huellas del soberbio;
y
todo en vano: ni mi amargo llanto,
ni
mis continuos clamorosos ruegos
pudieron
ablandarlo; su fiereza
llegó
hasta referirme su himeneo, 425
para
borrar del todo mi esperanza
con
otra obligación. ¡Hombre perverso!
¿Qué
lazo más sagrado que el que unía
mi
corazón al tuyo? Pero el cielo
castigará
tu abominable crimen: 430
porque
si del amor del débil sexo
impunemente
se burlase el hombre.
¿Qué
mujer no se viera cual me veo?
ARISTIPO Ninguna
como tú pudieras, Safo,
de
una pasión funesta los excesos 435
precaver
sabiamente.
SAFO ¡Ah!
que ninguna
hubiera
resistido al dulce fuego
que
inspiraba Faón, cuando mis ojos
la
vez primera por su mal lo vieron.
él
volvía de mirtos coronado, 440
a
ofrecer sacrificios en el templo
de
Júpiter Olimpo, porque Atenas
lo
declaró triunfante de los juegos.
Su
rostro coloraba la victoria,
embellecido
con el bozo tierno 445
de
amable juventud; casi desnudo
aún
de la lucha, los hermosos miembros
descubría,
que envidia el mismo Apolo,
y
que amor pueden inspirar a Venus.
También
me vio él entonces, y previno 450
con
su declaración mi amante fuego.
Si
tú Aristipo en juveniles años
has
llegado a gozar los embelesos
de
amar correspondido; si has logrado
las
delicias que logra quien viviendo 455
sólo
en su amante, en él se vivifica,
lleno
de amor, y de deleites lleno;
no
extrañarás que yo que así me he visto,
piense
morir cuando gozar no espero.
ARISTIPO Y
¿qué no habrá otras causas que te obliguen 460
a
conservar la vida? ¿Qué tu genio
Imitador
olvidara la gloria
de
la futura edad, y el lisonjero
acento
de la fama?
SAFO Son
quimeras:
la
fama ya no emplea sus acentos, 465
sino
en elogio vil del poderoso;
pues
ha prostituido el universo
su
aplauso al crimen, su favor al vicio,
y
oprime las virtudes y el talento.
ARISTIPO Ya
que sólo te obliga la memoria 470
del
ingrato Faón, quizá viviendo
cediera
su desvío a tu constancia;
y
volviéndote a ver...
SAFO ¡Volver
a verlo!
¿Dónde
Aristipo?
Escena
VIII
SAFO. ARISTIPO. CRICIAS. COMPARSA DE MINISTROS DEL TEMPLO.
CRICIAS Todo
anuncia, Safo,
el
fin de tus desgracias. Grato el cielo 475
declara
en las entrañas palpitantes
de
las víctimas sacras que el consuelo
llega
de tus pesares.
SAFO Sacerdote,
sígueme;
que ofrecer cuanto poseo
en
las aras de Apolo sólo resta, 480
para
cumplir la ley que establecieron
la
religión y el uso; y que mi muerte
termine
de una vez mis sentimientos.
(Se va.)
CRICIAS (Aparte.)
Vamos; que tu fin sólo es el que falta
para
acabar del todo mis recelos. 485
(Se va con los COMPARSAS.)
ARISTIPO Dioses,
pues no es posible disuadirla,
benignos
permitid sea el postrero
sacrificio
su vida, y que le sirva
a
los demás amantes de escarmiento.
Escena IX
NICANDRO. ARISTIPO.
NICANDRO ¡Ay,
Aristipo! Todo ha sido en vano: 490
ni
tu prudencia, ni mi amante ruego,
la
desgracia de Safo estorbar pueden:
en
las manos de Cricias deponiendo:
sus
brillantes adornos queda ahora.
Estoy
fuera de mí: yo me estremezco: 495
¿Qué
puedo hacer? Mi corazón palpita
de
asombro y de terror: morir resuelvo.
ARISTIPO ¿Y
qué conseguirás? Aumentar sólo
de
esta superstición el duro imperio.
Bastantes
infelices por su influjo 500
víctimas
desgraciadas perecieron.
¡Mísero
aquel que sin recurso gime
bajo
el yugo cruel de sus preceptos!
Esta
es mi situación; nací sensible,
y
aunque educado en este ministerio, 505
al
ver sacrificar mis semejantes,
sin
poderlo impedir, lloro en secreto.
NICANDRO Si
fuera Cricias como tú piadoso,
jamás
recibiría el juramento
de
tantos desdichados... ¡Pero dioses! 510
(Dentro música.)
Ya
anuncian estos tristes instrumentos
el
instante fatal... A socorrerla,
o
a perecer con ella, voy resuelto.
(Se va.)
ARISTIPO Las
barcas se aproximan;
(Aparecen las barcas con los nadadores.)
y
se acercan
hacia
este sitio en tropas los isleños; 515
pues
ya no puedo libertar a Safo,
cumpla
con mis deberes a lo menos.
Escena X
CRICIAS. SAFO. ARISTIPO. COMPARSA DE SACERDOTES y
pueblo.
SAFO Laurel
glorioso, (Deponiendo el laurel.) que la sabia Atenas
concedió
a las tareas de mi genio,
deja
mi frente, y queda donde sirvas 520
a
mi nombre y mi amor de monumento.
CRICIAS Tú
le recobrarás más venturosa:
Vamos.
ARISTIPO ¡Oh
Safo, cuánto compadezco
¡Tu
ceguedad!
CRICIAS ¿Ahora
te detienes?
¿Por
qué estás indecisa?
SAFO Considero 525
cuánta
es la diferencia de mi suerte
por
un traidor amante. En otro tiempo
sólo
al nombre de Safo resonaba
con
vivas repetidos el liceo
de
la célebre Atenas; y a mi vista 530
aplausos
tributaba todo un pueblo:
hoy
a verme morir otro se junta,
lleno
de compasión, de dolor lleno.
¿Y
por qué enternecidos al mirarme
lágrimas
derramáis? Yo nada siento. 535
¿Qué
pudiera sentir cuando el sepulcro
a
mis desgracias se presenta abierto?
Aquel
es. (Señalando el mar) ¡Oh mujeres de Leucadia!
Vosotras
que miráis el ejemplo
de
la negra perfidia de los hombres, 540
abominad
su amor, aborrecedlos;
pagad
sus rendimientos con engaños,
pagad
su infame orgullo con desprecios;
giman
a vuestros pies; vengadme todas;
humillad
para siempre esos soberbios. 545
Y
tú, ingrato Faón, hombre nacido
por
mi fatalidad, plegue a los cielos
que
mi sombra interrumpa tu reposo,
que
la tierra te niegue el alimento,
que
el sol te oprima, y que la muerte arranque 550
de
tus aleves brazos el objeto
que
causa tu perfidia; y que a tus ojos
muera,
del mismo modo que yo muero.
ARISTIPO Si
volvieses a verlo...
SAFO ¡Ay
Aristipo!
CRICIAS Si
lo vieras en brazos de otro dueño. 555
SAFO Calla,
bárbaro: no, no es necesario
me
recuerdes la imagen de mis celos,
para
que yo al sepulcro vuele ansiosa.
(Sube
a la roca.)
CRICIAS (Aparte.)
Mi astucia se logró.
ARISTIPO ¡Qué
sentimiento!
SAFO (En
la roca.) Vosotros, moradores de Leucadia, 560
a
Faón le diréis, que Safo ha muerto
víctima
de su engaño, y que esta roca
su
delito y mi amor harán eternos.
(Se arroja.)
ARISTIPO ¡Favorecedla
dioses! ¡Desgraciada!
CRICIAS Logros
mi venganza: ya en el centro 565
del
mar se han sepultado mis afrentas.
Escena XI
CRICIAS. FAÓN.
ARISTIPO COMPARSA DE SACERDOTES y pueblo.
FAÓN ¿Por
qué me detenéis. (A los sacerdotes.) ¿Ese lamento
no
prenunció mi nombre? ¡Oh padre mío!
¿Cuál
es el sacrificio que habéis hecho
en
mi favor? El templo resonaba 570
con
himnos clamorosos; y aunque quiero
indagar
el motivo, me detienen,
hasta
que los ministros atropello
que
me estorban el paso; respondedme:
¿Por
que esta confusión? Decid ¿qué es esto? 575
CRICIAS Esto
ha sido impedir que vieses, hijo
de
una triste mujer el fin funesto,
que
se ha precipitado de esa roca;
en
tu estado pudiera ser su ejemplo
causa
de renovar tus aflicciones. 580
FAÓN ¿Y
quién es?
NICANDRO (Sale.) ¡Ay
de mí! ¡ya no hay remedio!
Sin
duda ha perecido: ¡oh desdichada!
ARISTIPO Pues
¿qué di, socorrerla no pudieron?
NICANDRO Aún
no lo se, Aristipo: al duro golpe
de
su caída el mar abrió rugiendo 585
la
espalda cristalina, y arrastrando
en
doble giro el delicado cuerpo,
por
dos veces luchando con las ondas,
los
remolinos de este golfo inmenso
la
vuelven a la luz: los nadadores 590
se
arrojan por salvarla: yo pretendo
antes
que ellos lanzarme; pero todos
se
oponen, y sujetan mis esfuerzos.
¡Desventurada
Safo!
FAÓN ¿Qué
pronuncias?
¿Safo
es la que perece?... que lo menos 595
muera
Faón con ella.
CRICIAS ¿Qué
haces, hijo?
NICANDRO ¿Tú
eres Faón? ¡Ah bárbaro! mi acero (Empuña la espada.)
tomará
en ti venganza de su muerte.
ARISTIPO Detente,
(Deteniéndole.) joven.
FAÓN Ven:
no me defiendo.
Padre,
no os opongáis: yo soy un monstruo. 600
NICANDRO Déjame,
sacerdote.
FAÓN He
aquí mi seno.
ARISTIPO Insensatos,
¿qué hacéis? Volved los ojos
a
ese infelice miserable objeto.
Escena
XII
DICHOS, SAFO moribunda, conducida en un lecho de
yerbas por los nadadores.
ARISTIPO Ved
a qué extremo deplorable arrastran
de
un criminal amor los devaneos. 605
NICANDRO ¡Oh
dioses! (Observándola.) Aún respira...
FAÓN Qué
postrado
pueda
yo recibir su último aliento.
CRICIAS Hijo,
repara... (Deteniéndole.)
FAÓN Vos
no sois mi padre;
Sois
un hombre cruel, cuyo secreto
a
su rencor sacrifico esta vida. 610
Por
vos, manchado de un engaño horrendo,
he
sido infiel, traidor, abominable:
ve
aquí el fruto atal de los consejos,
de
los mandatos vuestros, que me obligan
a
ser testigo de mi oprobio eterno. 615
¡Oh
Safo sin ventura!
(Arrodillándose
inmediato a ella.)
Tú
que hiciste
mi
corazón feliz en mejor tiempo,
recibe
de Faón antes que mueras
el
llanto que a tus pies derrama.
SAFO ¡Cielos!...
NICANDRO Habla,
oigamos.
SAFO ¡Oh
tú... sea, quien fueres... 620
que
has visto de mi muerte el triste ejemplo,
publica
que es... supersticioso engaño...
buscar
aquí el olvido... pues yo muero...
adorando
a Faón... y hasta el sepulcro...
su
imagen y mi amor conmigo llevo! 625
(Concluye con una actitud propia de la situación.)
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