Monólogo, de
José Gabriel Nuñez
TATIANA SE ENCUENTRA SENTADA EN UNA SILLA
DE UN CAFÉ. UNA MESITA PEQUEÑA, MUY AFRANCESADA. TOMA UNA COPA DE VINO.
TATIANA.- Dicen que yo me parezco a mi
mamá.
A ella la llamaban la atajaperro porque le
paraba el llantén, el verano o lo que fuera a todo el que estuviera ladrando.
Con ganas. Le ponía el alma. Pero es mentira eso de que somos igualitas porque
yo no soy así.
A mi me llaman la Cerroprendio porque
tengo en el monte de Venus un incendio forestal permanente. Si, chica, yo vivo
prendida, encendida, ardiendo!… (AL PÚBLICO) No me mires así, porque con eso no
te estoy diciendo que soy una balurda.
Ese arrebato está “localizado” en “ese”
sitio…(SEÑALA CON UN DEDO DESDE LEJOS) Ya tú sabes. Pero eso no tiene nada que
ver con mi manera de ser. El que yo viva con ese candelero, con esa parrillada
criolla entre las piernas, no quiere decir que yo me ande regalando o que soy
de esas que tiene que buscarse “el pene nuestro de cada día” como una
arrastrada cualquiera. Tampoco estoy aquí por lo que ustedes creen: una mujer
sola, sentada en un bar, tomando una copa de vino… es algo así como un levante
seguro. Pues no. Después les explico qué hago yo aquí sentada. No, a pesar de
la turbulencia vaginal, yo tengo distinción, compostura, categoría, elegancia,
clase, glamour.
Cada naturaleza humana tiene su aquel y su
distingo. Yo no tengo orgasmos de ayayay!… (GIME) o de ay! Aaay! Aaaay!. Mis
orgasmos son operáticos, Wagnerianos. Ningún terremoto resquebraja la tierra
como se resquebrajan mis entrañas cuando yo culmino. Yo diría mas bien que
estallo. En lo más profundo de mi vagina, experimento contracciones pavorosas,
como la forja del Nibelungo allá al fondo de las siniestras simas. Son orgasmos
que trepidan y repercuten por todo mi cuerpo como las cortantes pezuñas de los
caballos de las walkirias… Ojo: cuando encuentro un “acompañante adecuado”, que
no ha sido siempre. Ya te lo dije: Wagneriana sexual. (TRANSICIÓN. VUELVE A LA NORMALIDAD )
Lo que quiero hacerte entender es que no
soy ninfómana. Aparte de que no me agrada la palabrita porque no me agrada lo
que siento en el fondo. Ninfómana.. (LA PALADEA A DISGUSTO) Sabe como a putona.
Relinchona. Y eso no. Yo no.
Yo diría más bien que soy como una lava
encendida y mi monte de Venus como un fuego que atraviesan los hombres para
penetrarme. Pero no me soportan.
Ay con mi goce! El goce!. (INTIMA A ALGUIEN
DEL PÚBLICO).
Los hombres creen que me disfrutan o que me
hacen gozar. Pero no, soy yo quien se los goza, o quien me gozo, solita.
Ellos siempre creyéndose. Se te montan allí
como un fardo y uno tiene que imaginarse lo que no nos pueden dar…
especialmente a mi, que tengo que desbordar mi plenitud, mi goce supremo y mi
deleite, imaginándome lo que ellos creen que me están haciendo, y es que mis
espasmos vaginales son más exigentes que sus hazañas viriles y etílicas. Un
orgasmo mío los precipita a las profundidades del Rhin, mientras ellos nadan en
Macuto!.
Cómo hacerles entender este disfrute
operático a unos machos vernáculos que juegan dominó, comen mondongo y tienen
aliento de caballito frenao?. Aquí hay un subdesarrollo sexual que tiene que
ver con la caña. Y ese subdesarrollo te rebaja y extermina cualquier sutileza.
¿Qué macharrango te va a entender cuando tú sueñas con Wagner y sus trompetas
mientras él te está jadeando al oído, envuelto en un manto de sudor y de grasa:
“Eso, mamacita, mi mamachonga, mi piernona, Rico, mamita! Así, maraquiao!
Maraquiao!.
(OFENDIDA. MUY DIGNA BEBE DE SU COPA).
¿me imaginan ustedes a mi, a esta suprema y
etérea distinción… maraqueando un pene?. Y mucho menos el pene de un borracho.
Y pensar que ellos creen que nos doblegan y nos complacen con su filosofía de
““meter-sacar-sacudir-guardar”… Já!.
Eso no es entender la plenitud del goce.
Eso es un equívoco.
Y yo me salvo de este equívoco de la
naturaleza que son los hombres criollos, porque tengo “charm”… encanto. Porque
mi fiebre sexual la recubro de fascinación. Es la única manera de defenderse de
semejante despropósito, de esos calvarios de ser penetrada con aroma de
sancocho. Los penes vernáculos son la cruz de nuestras carnes vaginales.
Y con todo, ellos tienen la osadía de
colocarse en el lugar que nos corresponde en la cama y después de haber
engullido una botella de aguardiente empiezan a jactarse con sus compinches de
cosas como esta: “Si yo fuera mujer, estaría todo el día “dale que dale”, sin
parar un momento. Dándole al asunto todo el día, con las piernas abiertas,
pasándome a cuanto hombre se me pare por delante. Menos mal que Dios me hizo
hombre porque si yo fuera mujer estaría tirando día y noche” (SE DETIENE. REFINADA.
ASQUEADA) (IRÓNICA)
¿Y por qué no o hacen?… ¿Acaso hace falta
ser mujer para estar todo el día “dale que dale”?. Ah, muy simple, no lo hacen
por una palabrita: “erección”… No pueden. No aguantan!. Se les viene abajo!. (A
UN ESPECTADOR) No me vas a decir que no es verdad!.
¿Por qué no aclaran que no se trata de “si
yo fuera mujer” sino de incapacidad erectiva?.
No aguantan un round dignamente. Los vence
el agotamiento!. Y ¿qué tal cuando después de esa frustrada batalla, para colme
te preguntan: “¿te gustó?… ¿Te desahogaste?… ¿ya te tranquilicé por una
semana?…Rico, ¿verdad?… ¿cómo te dejé?”… Já!…
(BURLONA) Ay, que si yo fuera mujer si
aguantaría!. Bueno, mejor no me hagan entrar en detalles escatológicos ni
sicalípticos.
Y con todo el mundo es del machismo. Qué
sería del mundo si ellos pudieran mantener el miembro erguido por lo menos un
par de horas al día. Si con tres minutos de erección se creen superdotados y
hasta nos pegan, qué serían con dos horas!…
Ese es el verdadero dilema de los sexos. El “To be or not to be”.
A ese asunto es a lo que yo llamo
“resignación vagina”.
Si, nuestras vaginas son unos órganos
resignados al maltrato, al desprecio y a la insatisfacción. Por eso, a cambio
de su dominio, tenemos que ofrecer nuestra estrategia o nuestra venganza…
(SONRÍE CÍNICAMENTE).
Fingimiento de orgasmos!. PHD en
fingimiento o orgasmos.
Maestría en fingimiento de orgasmos!.
Yo soy graduada en eso. Cómo me he vengado
yo y cómo disfruto fingiendo orgasmos, inventando goces.
Y ellos, crecidos, encima de mi, inflados
como un globo!: “Eso mamacita, dime quién te ha hecho sentir esto, ah”… (RÍE)
La mentira sexual ha sido mi terapia
protectora para poder soportar estas “ausencias”, esta “falta de presencia” en
mi vagina aullante.
En eso soy igual que mi mamá. Ella me lo
enseñó y yo aprendí bien la lección, porque de lo contrario no estaría viva.
(TÍMIDA)
Mi desgracia es tener una vagina Selectiva,
exigente.
Y ese tipo de males no se puede poner en
evidencia; ¿se imaginan la fama que terminaría adquiriendo?. Y con todo me
llaman la Cerroprendío.
Por eso me recubro de glamour, de encanto,
de evanescente elegancia. Eso también me lo enseñó mi mamá. Era putona mi mamá.
O mas que putona, sabrosona, o más que sabrosona, gozona. Lo disfrutaba y se
quedaba callada por horas, paladeando el asunto. Calladita. “Es que no es fácil
conseguirse a uno que te resuelva – me decía - así que cuando lo consigas,
paladéalo… paladéalo y no lo sueltes”… Yo, como era ingenua, pensé que la
erección era una cosa común en cualquier hombre!… como yo escuchaba a mis
compañeros de liceo con ese tejemaneje de que querían porque andaban todo el
día prendidos!… Ja!… prendida yo! Mamá sí que sabía el asunto. Pero su
desgracia es que era maternal y cualquier hombre la aflojaba. Y para que no
repitiera la historia, se esmeró en enseñarme que frente a las fallas del
macho, lo mejor era enfrentarlas con elegancia.
Y aquí me tienen.
(SE PASEA GLAMOROSA)
Pobre mamá. Debe estar en el infierno.
(AL PUBLICO)
Ay, no, no la compadezcan. Ella quería irse
para allá. Al fin y al cabo s preferible estar en aquel infierno y no en este,
porque allá no hay que disimular, allá está toda la gente perversa, “malita”… y
aquí hay que seguir guardando las apariencias aunque tu esposo sea impotente.
Seguramente que mamá se ha encontrado con
Madame Bovari y con Anna Karenina.
Pero yo prefiero pesar en el infierno que
tengo ahora y no en el que me espera cuando me muera. Porque este asunto lo
tengo que resolver aquí y ahora!. Todo por esta maldita herencia. (REFLEXIVA)
Yo creí que el furor uterino no se
heredaba. Ni los vaporones, ni la hambruna vaginal ni la ansiedad clitórica, ni
los espasmos térmicos del útero. Y no. Resulta que yo soy una rica y poderosa
heredera de todas esas perversiones, como en las telenovelas… Me ha tocado una
herencia fabulosa! Y pensar que no hay hombre que me la viva, que la
aproveche!. (CONFIDENCIAL) desde mi primera menstruación me convertí en una
olla de presión ambulante. Y pasé cuatro años resistiendo calorones y
retorcijones en la vagina, en el clítoris y en el útero. Cambios climáticos
vaginales, sudores, humedades. Menos mal que tuve la suerte de encontrar un
“pincho” prodigioso que ensartó y puso en cocción mis carnes en el justo
término medio para clavar el diente sin ofensas ni lesiones…
(LAS LUCES BAJAN INTENSIDAD DANDO UN
AMBIENTE INTIMO. ELLA EVOCA EL PASADO)
Durante cuatro años estuve sostenida por
manoseos, agarraditas de mano, besos de adolescentes con sabor a conserva de
leche y a chupeta de fresa. Tímidos aleteos de lenguas de los muchachos de mi
edad que sabían menos que yo, a pesar de que yo seguía siendo virgen…. (SE
YERGUE ERÓTICA. SUS CARNES SE ESTREMECEN CON LIGERAS CONTORSIONES) Hasta que
una noche, el monaguillo de la
Iglesia , me mostró el esplendor de una musculatura que
mezquina y castamente había ocultado debajo de las sotanas y que yo nunca
sospeché que existieran… Claro, yo solo estaba pendiente de las misas… y no de
las carnes!.
Y de repente, al fondo de la sacristía, soy
desnudada. Y un par de muslos musculosos, tensos, duros, enfurecidos, me
doblaron sobre las sábanas apiladas y comienzan a apretar mi cuello. Empieza
una lucha entre el deseo y el miedo. Me asfixio y siento el olor de sus
genitales, ambos estamos sudando y siento con mayor angustia los muslos que
oprimen mi garganta como una tenaza de carne… y de repente, la presión cede un
poco para dar paso a la palmera rojiza que clama por entrar en mi boca… hasta
que se desliza frenética por mis labios… y yo comienzo a entender para qué
otras cosas puedo utilizar mi lengua… Cierro los ojos y me entre… sin miedo. Lo
dejo hacer. Se adueña de mis carnes… y experimento un lúgubre y lujurioso
frenesí. Orgasmos múltiples, seguido, fuertes, interminables, eléctricos. El
quiere explorar con su miembro todas las partes posibles de mi cuerpo. Y mi
virginidad estalla como en una suite barroca y yo cabalgo, me acoplo, me
contorsiono con varias partes de su cuerpo dentro del mío!.
Soy penetrada de nuevo. Gozo, desfallezco.
El brinca y vibra dentro de mi, metiéndose por todos mis orificios, hasta su
sudor penetro por mis poros, y en cada espasmo de su orgasmo, veo como contrae
su rostro tumultuoso y sus pupilas se ocultan dejando sus ojos en blanco…
Comprendo qué es la muerte también. Me oprime los pezones y yo me desparramo
fanatizada por la liturgia, porque a mi lado están los encajes de su ropa, la
sotana y los carbones quemados empatucados de incienso. Un último orgasmo casi
ya sin fuerzas… y me doblo lentamente sobre sus camisas de encajes,
contemplando sus muslos de mármol, sin un solo vello que los macule… Aleluya!…
(ENTRA UN EFECTO CORAL DE MÚSICA SACRA.
ELLA ESTA TENDIDA EN EL PISO. EXHAUSTA)
Luego descanso sobre sus muslos tersos y
lampiños. Los lamo lentamente y siento que no han perdido su tensión ni su
elasticidad de mármol. Los voy sorbiendo como un vino, compactos, ácidos,
dulzones.
Y al rato quiero otra vez el Kirie
Eleison!. Porque he descubierto que mis carnes han nacido para recibir el semen
y vuelvo a acoger en mi interior el pene enhiesto, juguetón, amo y rey que
calma mis ardores. Los dos queremos seguir hasta el agotamiento o hasta la
muerte!. Pene penetrante que hace que mis carnes sean espasmos. Pene de Gloria.
Pene de incienso y mirra. Pene de Reyes Magos.
LAS LUCES VAN VOLVIENDO A SU INTENSIDAD
NORMAL. LA MÚSICA VA
DESAPARECIENDO LENTAMENTE. ELLA SE REINCORPORA. VUELVE A LA REALIDAD PRESENTE ).
Mi primer hombre. El monaguillo. Y la
locura para el corazón que palpita cuando volvemos a encontrarnos
clandestinamente. Amores litúrgicos a escondidas de Dios y de los hombres… tras
la Iglesia ,
en los rincones de la
Sacristía.
Hasta que un día no volvimos a vernos. No
supe más de él. Ni siquiera llegué a saber su nombre. Y yo me quedé sola con el
“mal” por dentro. Los desbordes litúrgicos no encontraban un sustituto adecuado
y eso acrecentó mis dolencias.
Volvía a la Iglesia esperando
encontrarlo, verlo ayudando en alguna misa… Y no, no estaba él. Había otro. Yo
seguía yendo a la misa pero cada vez menos para buscar a Dios porque a quien
realmente buscaba era a él… al monaguillo. Hasta que perdí la fe.
Después vino la búsqueda incesante entre
los muchachos del liceo sin que hubiese más que turgencias, orgasmos sin
caricias resueltos en un par de minutos, como un espasmo sordo, sin gracia, sin
placer… (INCISIVA) Allí comienza el asunto: el único placer era para ellos,
para desahogar su necesidad biológica en 120 segundos!… penetrada, pero no
tocada ni acariciada, a veces ni besada. Eso es el sexo para ellos!. Así es su
marcha triunfal.
Después, las caminatas por las calles, por
las esquinas oscuras, en el rincón de una fiesta o de una discoteca. Mi vida
sexual adquirió el olor a lavadero público en busca de una erección prolongada
o de un juego erótico impensable… simplemente imaginación sexual para
satisfacerme!. Pero nada como aquellos encuentros con el monaguillo. Sólo una
oferta de palabrotas, de machismo insolente, jactancias que se desploman sin terminar
aún en la penetración, ausencia de fantasías, o simplemente colgajos blandos
que a veces ni logran su cometido vertiginoso en la vagina… Flacidez,
eyaculaciones precoces y demás deudos y amigos!
(CONTUNDENTE, VIOLENTA) (PUEDE SER CON LOS
ESPECTADORES)
Que me vengan a hablar a mí de disfunción
eréctil… de toda la gama de imposibilidades sexuales, de los que “yo no se que
me pasó, que no pude”… de enterrarte sin ser tocada, de ver colgajos inanimados
a pesar de las faenas manuales o lingüísticas que he tenido que hacer para
resucitar ciertos muertos… Y después, la jactancia, tremendos machos de un
metro noventa y bíceps de gimnasio!… peeeero!… Nada!.
Si, amiga mía, me tuve que tragar mis
delirios y mis ansias así como me tragaba mis recuerdos del monaguillo. Tenía
razón mi mamá!. Cuántos hombres hay que recorrer para tener un orgasmo
pletórico!. La insatisfacción y la frustración es lo que abunda. Solamente
gruñidos, lengua, piropos, amenazas demenciales que se vuelven humo en la cama,
bla-bla-bla, eructos etílicos, impotencia, disfunción eréctil… una tripa blanda
que no penetra ni satisface… Y yo, intocada, como cierta tumbas, esclava de mis
necesidades, regada pero nunca apagada… abierta como una marrana en celo pero
nunca satisfecha… Y todo por una flacidez sexual de quienes proclaman banderas
de estremecimientos y orgasmos tumultuosos!… Orgasmos tumultuosos… Ja!… Si me
sabré yo el cuento!. Y pensar que muchas de ustedes se conforman con eso porque
no se han tropezado con un monaguillo!.
TRANSICIÓN. HABLA EN TONO CONFIDENCIAL,
INTIMISTA A LOS ESPECTADORES.
¿Tú has escuchado la canción aquella del
Chamito Candela? (LA TARAREA )
Esa que dice… “Chamito Candela, si es caliente de verdad”. ¿tú te imaginas? Un
chamito caliente de verdad y tanto hombre por allí desperdiciado!. Un chamito
que está todo el tiempo prendido, como mi cerro. Ese era el retrato vivo y
operático… o salsoso de mi monaguillo!. Cuando esa canción se puso de moda, yo
vivía mal. Pero mal de verdad. Porque es que por donde quiera que pasara la
tenían puesta. En la radio, en los bares, en los ambientes musicales de las
tiendas. Y yo, todo el tiempo con el recuerdo de los muslos y del pene del
monaguillo, del jadeo del monaguillo, de la erección inacabable del monaguillo,
del revolcón nunca repetido por otro hombre de mi chamito candela particular.
Porque yo sí sabía lo que era un chamito candela, caliente de verdad.
(TRANSICIÓN)
Fueron muchos. Y larga la búsqueda. Hasta
que un día, cuando yo creía que todo estaba perdido, que el mundo estaba
compuesto por hombres de penes colgantes y fofos, penes que miraba siempre
hacia abajo, olvidándose de que su función es mirar la constelación que
escondemos detrás de nuestro pubis… y esas estrellas las encuentran mirando
hacia arriba… Cuando creí que mis genitales se iban a quedar hambrientos o a
media ración… en uno de esos callejones encontré a alguien . Me llamó la
atención su olor a incienso y a ramas secas de capilla. Yo me quedé paralizada
mirándolo. Era un ser extraño, embozado… vacilante, oscuro. Nada dijo. Sintió
la manera como yo lo miraba y me arrinconó. Tomó mi mano y la llevó hasta un
obelisco duro como una roca viva. Yo casi no lo podía creer!. Inmediatamente el
cerro revivió en llamas. (AVIVADA) El incendio forestal!. Sentí la urgencia entre
mis nalgas, en la entrepierna, galopando por mi espalda, por todas partes!. Me
encendí mientras él encendía un pito de marihuana y la exhalaba en mi pubis.
(COMIENZA A HABLAR JALADA, COMO CONTENIENDO
EL HUMO)
“Y ven acá, pero, ¿qué te pasa?… Me estabas
esperando, ¿no?. Aquí me tienes… tómalo. ¿lo sientes?. Fuma. Jala. Acapulco
Gold, la más pura. (ELLA RECUERDA, EN TRANCE)
Y yo, carne tumefacta, sabrosa para que me
quiebre, para que cortes en dos mis carnes, soy puta suculenta lubricada… judía
errante que ha pasado la vida buscando un pene en erección, que no se distienda
y quede como una tripa desinflada entre mis piernas sin haberme hecho estallar…
y mírame que estoy abierta, dispuesta, gelatinosa hasta el alma. Y voy a gritar
en el momento exacto en que los dos vamos a descargar y tus uñas se me claven
en la espalda!… Y jamás hubo una lengua que se metiese con movimientos tan
rápidos en mi boca y en mi sexo ahumado por la marihuana. Y está la música de
una bar cercano que se distorsiona por la marihuana. Y estoy yo, que huelo toda
a marihuana. Maloliente pero triunfal porque he encontrado nuevamente una carne
erecta que entra en las mías y no se encoge en cinco segundos!. Una carne que
busca permanecer, acoplándose, acompasándose. Y la nota es una nota que
engendra otra y empiezan a parir melodías infinitas hasta que sentimos que se
nos va la vida.
(RESUELLO. ORGASMO. JADEO. SE RECOMPONE)
Como la vez aquella con el monaguillo.
No dijo una sola palabra.
Allí estaba, macho e intacto, a pesar de que
la batalla había sido descomunal. Yo temblaba todavía embotada por la marihuana
y cuando veo que piensa alejarse lo detengo: “Yo quiero más… Otra vez. Otro
día… Aquí mismo o donde quieras. Ahora, ya, mañana. Aunque se la última vez que
lo haga en mi vida. Mi juicio final. Dime al menos tu nombre”. (DETENIÉNDOSE.
RÍE INCRÉDULA) Todo lo que me dijo fue que era el Sacristán!. (EVIDENTE PAUSA).
(SE SIENTA EN LA SILLA. BEBE LENTAMENTE
UN SORBO DE VINO. SONRÍE Y SE OPERA EN ELLA UNA TRANSFORMACIÓN MALÉFICA).
Por eso estoy aquí… No, no lo estoy
esperando. Tampoco estoy “haciendo un levante”… Simplemente aguardo con calma
porque hoy habrá aquí cerca un acontecimiento muy importante… Un asunto
clerical… importante para la iglesia y para mi… (PAUSA SIGNIFICATIVA) Y es que
yo he quedado más que convencida de que mi sexo ha quedado irremediablemente
ligado a la liturgia. Sólo yo como mujer puedo decir que la actividad sexual es
un rito porque soy de las pocas que se ha encontrado con… Dos! (SEÑALA CON DOS
DEDOS). Dos hombres sin problemas de erección y que coincidencialmente habitan
por los góticos rincones de alguna iglesia. Mis grandes orgasmos son
consecuencia del ritual que me han brindado…
COMIENZA A ESCUCHARSE MÚSICA DE CORO
MEDIEVAL
El monaguillo y el Sacristán!… con esta
atmósfera.
Los otros ha sido “verbo”, pero no carne.
Esta tarde, en la esquina…(LA SEÑALA ) se celebra un
Concilio… un Sínodo… 85 sacerdotes se reúnen en Asamblea… (SUBE LA MÚSICA REMARCANDO
EL AMBIENTE MORBOSO QUE ELLA CREA EN SU MENTE.) También vendrán seminaristas… y
por supuesto, sacristanes… monaguillos… (SE CREA UN CLIMA ERÓTICO ESPECIAL)
Todos ellos aquí… juntos… y yo, espero en esta mesa… pido una copa de vino de
consagrar y aguardo… No dejaré de mirar hacia allá… igual que los sádicos
cuando rondan las puertas de los liceos… con mi hambre… lentamente, pero
segura… Aguardo. Espero. Hasta que alguien se me acerque bajo cualquier
pretexto… y yo siempre al acecho le diga que me acompañe a una copa de vino…
(SUBE LA MÚSICA. ELLA
PARECE AHOGARSE DENTRO DE SI MISMA CON SUS DESEOS)
Allí están… han comenzado a llegar. El
Concilio está por empezar… Durará dos días… Sacerdotes… seminaristas…
Sacristanes… monaguillos… Y yo. Mi deseo y mis dientes afilados. Presiento un
gran incendio. Un inmenso ritual. Mi lujuriosa Ultima Cena… Vino de consagrar y
la carne tumultuosamente erguida de uno de ellos. Bocatto di Cardinale!.
SONRÍE DE UNA MANERA DIABÓLICA MIENTRAS LA MÚSICA DE UN CORO
MEDIEVAL ESTALLA AL MÁXIMO Y LAS LUCES VAN DECRECIENDO HASTA DEJARLA SUMERGIDA
EN LA OSCURIDAD.
F I N
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